Tiempos de pandemia o un real mundial

LUCIANA SZRANK

«Coronavirus (COVID-19)” y “pandemia”, dos significantes que se han vuelto amos en los últimos meses, a nivel mundial. La pandemia es definida por la Real Academia Española como “Enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”, su origen es griego: πανδημία pandēmía, y significa “reunión del pueblo”. Sí, nos encontramos ante una reunión planetaria trabajando el tema Coronavirus. Y, como sabemos, en las reuniones no necesariamente priman los acuerdos.

La palabra es la gran fuerza del psicoanálisis

En 1974, Lacan es entrevistado por la Revista Panorama y allí reafirma lo planteado por Freud: gobernar, educar y psicoanalizar son tareas imposibles, agregando a su vez una cuarta: la ciencia. Y, respecto a esta señala una salvedad: “los científicos no saben que su posición es insostenible (p. 15)”. En tiempos de pandemia esos imposibles se visibilizan muy claramente. Y es por ello que los Estados, cada uno a su manera, aplican medidas en el intento de regular la desregulación que toma lugar por la vía del desconocimiento y la desesperación, pero ante todo a partir del encuentro con lo real.

A su vez, en esa misma entrevista Lacan ([1974] 2017) plantea al psicoanálisis como un síntoma que revela el malestar de la civilización que habitamos. Y agrega, que este no es ni una fe, ni una ciencia, más bien se trata de una práctica que se ocupa de aquello que no anda, el gran hastío, la vida como efecto de la carrera hacia el progreso. Por ende, el psicoanálisis es una práctica extremadamente difícil ya que pretende introducir lo imposible en la vida cotidiana. Por supuesto, que sea difícil no impide que lo tomemos como herramienta incluso en momentos de desesperación social generalizada. COVID-19 es la nominación que se ha dado a un virus que se despliega a nivel global. Ahora, no está de más preguntarnos ¿es realmente ese el virus más fuerte? o ¿es realmente ese el único virus fuerte que se encuentra circulando?

No caben dudas, esa entrevista es absolutamente impactante. Por un lado, porque permite leer lo corajudo que era Lacan ([1974] 2017) y por otro, por la impresionante actualidad de su decir para interpretar nuestra época. Allí mismo, problematiza respecto a lo devoradora que es la televisión —y aquí podríamos agregar todos los dispositivos tecnológicos que se han inventado, más allá de la televisión y la radio, a partir de la globalización y la existencia de internet, sobre todo— pero advirtiendo que lo peor no es la televisión en sí, sino la gente que se deja fagocitar por ella y por tantas otras pantallas. Dato no menor, compara también a la televisión con la religión: “Es una reviviscencia de la religión. (…) ¿Y qué mejor monstruo devorador que la religión? Es una fiesta interminable para divertirse durante siglos, como ya ha sido demostrado.”

Dice allí Lacan ([1974] 2017, pp. 11-13): “El psicoanálisis es el reino de la palabra, no hay otro remedio. (…) La palabra es la gran fuerza del psicoanálisis. (…) Solo contamos con las palabras para dar un sentido cabal a la esencia de las cosas.”

Podemos preguntarnos entonces ¿Cuál es el “virus” que nos habita, sin excepción, como trumanos (Miller, 2020)? El goce, en su pluralidad, en la particularidad de cada uno, en la singularidad de cómo ha tocado a cada uno la “confusión de lo simbólico”, partiendo de “el hecho de que lo humano es en esencia social”. Podríamos decir que esta es una prueba en la que todos los seres hablantes daríamos positivo. Nadie está exento del goce. La diferencia fundamental quizá esté en lo que cada uno hace de ello. ¿Queremos realmente saber?

Podríamos pensar también si en el momento de crisis mundial que estamos atravesando la palabra se encuentra siendo fecunda o si más bien están imperando las cosas. Lo que sí podemos desde ya decir es que, en las diferentes culturas, los diferentes modos de gozar se hacen eco, tanto en las palabras como en los actos respecto a las cosas y los cuerpos. Y, es importante a su vez traer a colación cómo define Lacan a esta altura ([1974] 2017) la angustia: “algo que se sitúa fuera de nuestro cuerpo, un miedo, pero de nada que el cuerpo, incluido el espíritu, pueda motivar. En suma, el miedo del miedo (p. 16).” Es también conocida la pregunta con la que él ha decidido acompañar este afecto fundamental: ¿qué me quiere el Otro? Ahora, en estos tiempos esa pregunta parece haber dado cierto giro: ¿qué me quiere el otro?

En su Nota al padre Lacan afirma algo que no podemos dejar de leer:

Creemos que el universalismo, la comunicación en nuestra civilización vuelve homogéneas las relaciones entre los hombres. Por el contrario, pienso que lo que caracteriza nuestro siglo, y no podemos dejar de percibirlo, es una segregación ramificada, acentuada, que se entremezcla en todos los niveles y que multiplica cada vez más barreras. (2016, pág. 9)

Una forma de paciencia: la cuarentena

A su vez, para pensar ese giro de la historia, resulta más que atinado leer la entrevista de la revista Mediodicho a Jean-Claude Milner (2016), quien sostiene que: “(…) hay que hablar del miedo suscitado por el pequeño otro (p. 75).” Allí también transmite que “Si el sujeto acepta ser controlado y a veces lo demanda, es porque su miedo hacia el pequeño otro sobrepasa su miedo al Otro (p. 75).” Agregando, además, que ese cambio de dirección del miedo tiene que ver con un cambio en las condiciones históricas y, señalando: “Fundamentalmente, el ser hablante tiene sólo un miedo real: el miedo a que el hablar acabe, o sea que él cese en general (…) (p. 75).” Por ello, no es menor el lugar que toman los Estados como ejecutores de políticas públicas: “La función de la política consiste (…) en hacer posible que me calle sin tener temor de ser privado de hablar para siempre. (…) una forma de paciencia. (…) En el fondo, la política me dispensa de la prisa (pp. 76-77).” Y, el reverso de ello es que la función de la prisa se encuentra fuera de la política. Esta lectura nos sirve para pensar e interpretar las distintas actitudes que se toman respecto a la medida sanitaria de la cuarentena.

Podemos entender así que, un ser hablante es aquel que tiene la posibilidad de darse el tiempo de responder con la responsabilidad subjetiva, responder con política, sin prisa, contemplando que “Los derechos del cuerpo incluyen los derechos que garantizan que el hablar no acabe (Milner, 2016, p. 76).” Por ende, esta expresión da cuenta que, al vivir en sociedad, los derechos del cuerpo de uno remiten indefectiblemente a los derechos del cuerpo de otros. Y es así que nos encontramos con, quizás, uno de los problemas más graves que ha empezado a visibilizarse en la vida contemporánea, como dice Milner (2016): “El miedo nacido del pequeño otro (…). En un tiempo, la sociedad entera tendrá miedo de cada uno. (…) Los lugares decisivos de este combate son todos los lugares donde se salva la perseverancia de hablar (p.78).”

En relación a lo anterior, sabemos que el psicoanálisis es uno de los pocos lugares en que se toma muy en serio el hablar. Entonces, se vuelve sumamente necesario que retomemos el concepto de responsabilidad subjetiva, que hoy se hace eco en la demanda de responsabilidad social que circula a nivel mundial. Demanda que no estaría mal resuene por la vía de una pregunta que podríamos hacernos todos, o sea cada uno: ¿Qué parte tengo (tenemos) y qué posición tomo (tomamos) respecto a aquello de lo que me quejo (nos quejamos) o sufro (sufrimos)? Por supuesto, vano e ingenuo sería pretender controlar o negar lo real, en todas las definiciones que de él dio Lacan, como tropiezo, falla, agujero, lo insoportable, lo que no cesa de no escribirse, eso que vuelve siempre al mismo lugar, lo imposible de soportar, etc. Ahora, ante su contingente aparición, la posibilidad y la diferencia estará en cómo se juegue en cada Estado y su política, y en cada ser hablante y su política, la partida de ese encuentro con lo real.

Viralización

Podríamos así hacer una lectura y un recorrido, siempre sesgado y parcial, de las cosas que están o han ido pasando y pesando en distintos lugares del mundo.

Primero China. Es el punto geográfico que se ubica como el lugar de inicio de esta pandemia mundial y desde allá partieron videos que muestran cómo encierran a la fuerza a personas, literalmente, en cajas y las suben a camionetas, o que apresan a gente con esposas —extendidas por una soga para mantener la distancia—. A la vez, dicen que allí ha “desaparecido” gente. También circulan filmaciones de sus calles, que las muestran abarrotadas de cadáveres acumulados en las veredas. En otras escenas, se ven personas que están siendo detenidas y “prefieren” golpearse la cabeza contra el asfalto antes que ceder a ser llevados por la fuerza. Según Amnistía Internacional (2020), tanto profesionales de la salud, como activistas defensores de los derechos humanos —quienes se opusieron a la censura impuesta sobre lo que allí estaba pasando—, o sea aquellos que han pretendido hablar, han tenido que firmar contratos de compromiso para no “perturbar” el orden público o han sido sometidos a “vigilancia domiciliaria en un lugar designado”, un tipo de detención con régimen de incomunicación —no pueden contar con letrados que los representen ni comunicarse con sus familias— y peligro de torturas.

Por su parte, Italia es el sector europeo con mayor foco de contagio, lo que lo ha convertido en el país con más muertos a raíz de esta expansión viral —dicen, por el descreimiento de la población—. Allí, las personas se encuentran en cuarentena y se pueden ver videos con actos sumamente más simpáticos que los mencionados anteriormente. Algunas personas apelan a la comunidad cantando desde sus balcones distintas letras representativas de su cultura. También, se ha hecho viral el video de un DJ que realiza una instalación en su balcón, montando y generando una fiesta —con música y luces— en una vecindad en cuarentena.

Francia no brilló por su ausencia, se hizo mediática una concentración masiva, al oeste de este país, de fanáticos del histórico dibujo animado de los pitufos. Fueron muy criticados, dicen los diarios, sobre todo por la prensa italiana que los tildó de irresponsables. Y, el alcalde de Landerneau —comuna en la que tuvo lugar este evento— defendió el accionar de la población con una llamativa declaración: “¡No hay que dejar de vivir mientras podamos, también era la ocasión de decir que estamos vivos!” (Infobae, 2020). Mientras tanto, Macron realiza declaraciones respecto de la importancia de la presencia de un Estado que garantice la existencia de un sistema de salud público.

En Alemania, se las han ingeniado para hacer las pruebas del virus a distancia. Pueden, por ejemplo, realizarlas sin que las personas se muevan de sus automóviles.

En España, un médico pide a gritos que los jóvenes temerosos dejen de acercarse a los hospitales. Se refiere a ellos como seres egoístas que solo se miran a sí mismos y a sus pantallas de Instagram, aclarando que no son un grupo de riesgo pero que se vuelven un riesgo si no cesan de acercarse a los hospitales. En otro video, este mismo médico enfatiza su manifiesto diciendo que la vacuna contra este virus es la solidaridad. También allá, la población se encuentra en cuarentena.

Desde Estados Unidos, ya en diciembre corría la noticia de los golpes que recibían en las calles personas con rasgos orientales, situaciones que indefectiblemente hacen recordar los “linchamientos raciales” ejecutados en este mismo país, en los siglos XIX y XX, contra ciudadanos afroamericanos. No menor es la manera en que Trump ha decidido nombrar al Coronavirus: “virus extranjero”. Por otro lado, también la literalidad se hizo visible en este mismo país donde la venta de la cerveza Corona tuvo una gran caída —parece un chiste, pero no lo es—. A su vez, ahí mismo, quizás uno de los países más visiblemente afectados a nivel mundial por el capitalismo, se encuentran dificultados en el accionar y en la captación del virus por la paupérrima condición de su sistema de salud público. Se cree que el número de casos de personas afectadas por el coronavirus es mayor del que se sabe, debido en parte a que las personas temen no poder afrontar el costo económico que implicaría el abordaje sanitario de esta situación.

En Brasil, el presidente Jair Messias Bolsonaro rompió la cuarentena para asistir a una marcha impulsada por su propio partido político y desmintió el virus que acecha al mundo (La Nación, 2020). A la vez, planteó tener la “absoluta certeza” de que se trata de un interés económico que causa histeria y de una conspiración en contra de la derecha global. Pero claro, esta “certeza” ya no pudo seguir siendo sostenida y —con una grave demora—  finalmente la tuvo que desmentir (Página 12, 2020).

Y, por supuesto, Argentina. Nuestro país no se encuentra exento de los efectos de esta pandemia. Por un lado, el descreimiento, la omnipotencia y la violencia también resaltan aquí. Se hizo conocer un video —que fue tomado como ejemplo, en una de las conferencias de prensa dadas por el presidente Alberto Fernández, para explicar el accionar a tomar por parte del Estado como medida regulatoria ante quienes incumplan las prescriptas medidas sanitarias— de un hombre que actualmente se encuentra bajo arresto domiciliario, ya que debía estar en cuarentena y atacó a golpes a otro, un guardia de seguridad, que le advirtió de su violación de las medidas sanitarias establecidas a nivel nacional. Por otro lado, lo que tal vez mucho tenga que ver con la historia social, política, económica y cultural de las tierras que habitamos, se habla de desabastecimiento. Sobran carteles en los locales con la advertencia “No hay alcohol en gel” y se sabe también que los supermercados se encuentran abarrotados de individuos llenando carros de compras. Además, circulan comentarios atemorizados y “chistes” respecto a posibles saqueos —práctica conocida en relación a determinados procesos sociales que han marcado la historia de nuestro país en general, y de Córdoba en particular, con el conocido acuartelamiento de las fuerzas policiales, hace no muchos años—. Por supuesto, es interesante a su vez leer las reflexiones que se dan al respecto: pues, si solo algunos se llevan todo ¿cómo se defenderían luego de la protección que otros no tienen?

La peste 

Es imposible no recordar en estos tiempos el libro de Albert Camus ([1947] 2018), La peste. Y cabe, por qué no, retomar parte del discurso de Tarrou, uno de sus personajes:

Por eso no he tenido nada que aprender con esta epidemia, si no es que tengo que combatirla al lado de usted. Sé a ciencia cierta (sí, Rieux, yo lo sé todo en la vida, ya lo está usted viendo) que cada uno lleva en sí mismo la peste, porque nadie, nadie en el mundo está indemne de ella. Y sé que hay que vigilarse a sí mismo sin cesar para no ser arrastrado en un minuto de distracción a respirar junto a la cara de otro y pegarle la infección. Lo que es natural es el microbio. Lo demás, la salud, la integridad, la pureza, si usted quiere, son un resultado de la voluntad, de una voluntad que no debe detenerse nunca. El hombre íntegro, el que no infecta a casi nadie es el que tiene el menor número posible de distracciones. ¡Y hace falta tal voluntad y tal tensión para no distraerse jamás! Sí, Rieux, cansa mucho ser un pestífero. Pero cansa más no serlo. Por eso hoy día todo el mundo parece cansado, porque todos se encuentran un poco pestíferos. Y por eso, sobre todo, los que quieren dejar de serlo llegan a un extremo tal de cansancio que nada podrá librarlos de él más que la muerte. (p. 286)

Y aquí estamos, fronteras que se cierran; caídas históricas de las bolsas de valores; compras sin medida; violencias de todo tipo; viralización de noticias a nivel mundial; viralización de noticias falsas a nivel mundial; viralización de videos de toda clase: preventivos, evasivos, humorísticos, irónicos, ominosos, etc.; viralización de una infinitud de memes; viralización de tutoriales de cómo lavarse las manos —no solo en sentido literal—; viralización, viralización y más viralización. Otros, además de estar inmersos en toda esa viralización, advertimos que el virus no es uno solo e intentamos escribir algo al respecto. Es decir, el Coronavirus, ese real que ha generado todo tipo de síntomas, se encuentra acompañado también por el goce singularísimo que se encuentra en cada uno de los unos solos que habitamos este mundo y es sabido que en estos estados de excepción la segregación prolifera. Y, ante una expansión creciente de la segregación, un llamado al lazo social, al respeto por el otro, es absolutamente necesario.

Referencias