Resumen
En este trabajo se realiza un recorrido bibliográfico con la finalidad de puntuar algunas referencias teóricas de la noción de signo en la enseñanza de Lacan, para también precisar su uso en la clínica de las psicosis ordinarias. Partiendo de una breve revisión de la noción de signo en la enseñanza lacaniana se permitirá formular la hipótesis referida a que lo discreto en los signos de las psicosis ordinarias no está dado, necesariamente, por su tonalidad o intensidad sino por su congruencia con lo real.
Introducción
En la Presentación del tema del X Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis que se realizó en Río de Janeiro en 2016, J.-A. Miller (2014) plantea que el psicoanálisis cambia, y que esto no es un deseo sino un hecho. Agrega además, que el lugar donde eso cambia es en el consultorio de los analistas.
Este planteo que es, a la vez, clínico y ético da cuenta de un cambio de estatuto del inconsciente inherente a la enseñanza de Lacan, que parte de la formulación del inconsciente estructurado como un lenguaje, pasando por su definición como discurso del Otro para arribar a la noción de parlêtre. Es decir, parte de la supremacía del significante y de lo simbólico sobre lo real, hacia la puesta en primer plano de lo real en la experiencia analítica propio de su última enseñanza.
Esta transformación también tiene su origen en un cambio de época y por consiguiente en una mutación de la estructura del Otro que incide en el modo en que se presentan los síntomas en la actualidad.
Así, desde hace ya dos décadas, se ha acuñado con el término de psicosis ordinarias a aquellos casos raros e inclasificables para la perspectiva clásica, binaria y discontinuista del abordaje psicoanalítico de las psicosis.
Si el sujeto que demanda ha hecho episodios psicóticos anteriores o si se presenta en la consulta con fenómenos del tipo de los fenómenos elementales o delirantes, la identificación con la estructura psicótica no presenta problemas. La dificultad reside cuando el analista está confrontado ante la demanda de parte de sujetos que no son delirantes, alucinados ni melancólicos y para los que, a pesar de todo, se plantea la cuestión de un funcionamiento psicótico (Maleval, 2003).
La psicosis ordinaria nos obliga a pensar de otro modo la clínica y como planteé anteriormente, su formulación se origina en la práctica, más precisamente, en las dificultades de la práctica. Ante el no reconocimiento de neurosis, o de signos evidentes de psicosis, se tratará de buscar pequeños índices forclusivos.
Se planteará entonces, la necesidad de elaborar una lógica clínica de signos discretos, y de tonalidades: pequeños índices que se sitúan en la juntura más íntima del sentimiento de vida de un sujeto (Miller, 2010).
Este énfasis puesto actualmente en la clínica de los signos nos remite a la noción de desencadenamiento. Si el fenómeno elemental se encuentra de un modo discreto en las psicosis ordinarias y si una vez localizado, este deja de serlo para volverse evidente, la distinción entre lo discreto y lo evidente se podría volver difusa y en consecuencia, correr el riesgo de transformarse en imprecisa (Ansermet, 2016).
En este trabajo, me interesa realizar un breve recorrido bibliográfico para puntuar algunas referencias teóricas de la noción de signo en la enseñanza lacaniana y precisar su uso en la clínica de las psicosis ordinarias.
El signo
El signo fue tomado por Lacan de la lingüística, más precisamente de la conceptualización que realiza Ferdinand de Saussure quien lo designa como una entidad psíquica de dos caras: el concepto y la imagen acústica.
Lacan extraerá de esto su famoso algoritmo: significante sobre significado, distinguiéndose de aquí en más de la lingüística.
La lingüística que le interesa a Lacan es una lingüística que sostiene dos tesis: a) que se conocerá el lenguaje imponiéndose retener solamente de él las propiedades mínimas de un sistema cualquiera; pero también b) que solo un sistema tiene propiedades (Milner, 2003).
Este sistema es la estructura, y el elemento con propiedades mínimas es el significante. El significante no es utilizado como se lo hace en la lingüística. Lacan realiza una doctrina del significante en la que su emergencia incluye la del sujeto: el significante representa al sujeto para otro significante. Produciéndose entonces, una desustancialización del sujeto del inconsciente y el significante no puede sino “representar para”. Dicho de otro modo, el significante siempre va a estar en relación a otro significante.
No obstante, este modo de definirlo en tanto ligado a una cadena (basado en el principio diacrítico de Saussure) puede llevarnos a creer que estarían todos los significantes en ella.
Que el significante representa al sujeto para otro significante conlleva que no existe en el lenguaje, en todo lo que puede decirse, un significante simple que podría por sí solo representar al sujeto; y esto es también debido al hecho de que no existe el todo de los significantes.
Que no exista el todo de los significantes es ya un límite al sentido y lo simbolizable, e implica que una vez planteada de este modo la teoría del significante se tratará de precisar a lo largo de su enseñanza aquello que excede al régimen de lo simbólico o, dicho de otro modo, que bordea lo real.
En su escrito La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud (1957 [1988]), Lacan hace un tratamiento del signo saussureano reduciéndolo y otorgándole al significante una posición privilegiada respecto del significado, diferenciándolos en dos órdenes aislados y distintos, separados por una barra resistente a la significación.
Para Lacan, lenguaje e inconsciente están correlacionados, tanto que no se puede plantear las condiciones de existencia de uno sin el otro. La experiencia analítica no es del orden de lo inefable, acontece por entero en el campo de la palabra.
Para Lacan hay dos vertientes del lenguaje: la del sentido que produce el significante y la del signo que se opone al primero.
En su Seminario de La identificación de 1961-62 (Inédito), distingue al significante en tanto valor diferencial, del signo en tanto unidad positiva y cerrada. Ejemplifica al signo con una huella, ella presenta al animal que estuvo ahí, para aquel que lo sepa leer. La huella es signo de un objeto, pero en cuanto esta ha intentado ser borrada, constituye un significante que el sujeto busca hacer desaparecer.
Peirce se refiere al signo como lo que representa algo para alguien siendo este último su soporte, es decir, alguien que es accesible a este signo. Dicho de otro modo, el signo no se relaciona con otro signo y eso es lo que lo diferencia de los significantes.
En su Seminario Las psicosis, Lacan (1955-1956 [1993]) daba el ejemplo de un paciente psicótico para el cual todo había devenido signo. Todos los signos se dirigían a él. Se trataba de una intuición delirante, si pasa un auto rojo, ese auto pasa para algo. No es capaz de dar una significación, le hace signo. Como planteamos anteriormente, el signo no se articula en la vertiente del sentido.
Otro caso, esta vez extraído del Seminario de Lacan La angustia (1962-1963 [2006]), es el de una paciente que le relata algo muy singular que se produce cuando ella está al volante. Se pone alerta ante otro auto que le hace decir: ¡Dios mío, un coche! E inmediatamente se percata de una hinchazón vaginal. El fenómeno se produce en respuesta ante la aparición en su campo de un objeto cualquiera, del todo ajeno en apariencia al campo sexual. Luego, habla de la mirada de Lacan, esa mirada de Lacan que ella convoca la ayuda a hacer que cada cosa adquiera un sentido. Si bien Lacan no presenta esta viñeta desde la perspectiva de la psicosis, sino con relación a la sexualidad femenina, podemos localizar aquí un pequeño detalle, algo bizarro que le sucede en el cuerpo a esta paciente, y que no lo puede interpretar, es decir, articular en una cadena; eso se presenta.
Más adelante, en Radiofonía, Lacan retoma y modifica la noción de signo de Peirce apartándola radicalmente de la teoría de la representación:
Si el significante representa un sujeto, según Lacan (no un significado), y para otro (lo que quiere decir: no para otro sujeto), ¿entonces, cómo puede ese significante rebajarse al signo, que a la memoria del lógico representa algo para alguien? (Lacan, 1970 [2012], p. 435)
El punto de partida que tomará es la frase “no hay humo sin fuego”. Es decir, que para que haya humo alguien lo ha hecho, resaltando de este modo una intención, incluso si no sabemos quién es su autor. Esta intención no estaría presente en el significante.
El signo no es tomado por Lacan como algo preverbal, no obstante, si bien pertenece al lenguaje, no puede ser traducido por la cadena significante S1, S2.
Respecto del signo hay que partir del hecho de que su batería, su conjunto, no está dado en lalengua. Si en ese texto Lacan recurre al término signo es justamente para referirse al síntoma y poder comprenderlo mejor que cuando solo se lo dice que está hecho de significantes. (…) Y es que no basta afirmar que el síntoma tiene una estructura significante —sin duda la tiene puesto que se establece por sustitución y articulación—, hay que agregar que el elemento en juego no está dado en lalengua, y puede, por ejemplo, ser tomado del cuerpo. De modo que el hecho de que el síntoma responda a una estructura idéntica a la del lenguaje no implica que pueda reabsorberse por completo en el orden significante. (…)
Hay una necesidad de referir el síntoma a un proceso de escritura y no de palabra. (Miller, 1986-1987 [1998], p. 276)
El signo conlleva una relación de exterioridad para aquel que está concernido en este. Es decir, aislado y como se planteó anteriormente, sin relación con otro signo.
“Aquí precisamos apoyarnos en el modo en que Laurent retoma el tema al proponer que se piense la función del signo como correlativa a la del goce” (Vieira, 2009, p. 338). Así podemos leer la referencia al fumador que hace Lacan en Radiofonía y sostener que el humo es signo del goce del fumador.
A esto —entendemos ahora— apunta Lacan cuando afirma que el humo en última instancia es señal del hacedor de fuego. Se trata de la producción del humo como figura de un goce fuera de la estructura. Y aquí ya no estamos en el registro de la interpretación sino en el de la presencia.
En la clase del 10 de mayo de 1977 de su Seminario 24, Lacan refiere:
Todo lo que es mental, al fin de cuentas, es lo que yo escribo con el nombre de sinthome, es decir, signo. (…) este signo hay que buscarlo (…) ¿Qué es un signo que uno no podría escribir? Pues este signo uno lo escribe mentalmente. (2005, p. 37)
En este párrafo él escribe el signo matemático de congruencia. Es decir que plantea al signo en congruencia con lo real. De ese modo, podemos decir que el signo no se dice ni se escucha: se lee, ya que se escribe realmente.
La entrada en lo real del significante tiende a la repetición de rasgos aparentemente idénticos, lo que engendra la diferencia absoluta. En lo simbólico, el S1 no es igual al S2, aunque sean parecidos. Borrando los rasgos de la cosa, el sujeto hace emerger al significante. Lacan ejemplifica esto cuando recurre al fort-da.
El neurótico quiere que no se produzca este borramiento y que se encuentre lo que hay de real en el origen. Transformar al significante en aquello de lo que es signo siempre va a fallar para el neurótico porque solo cuenta con el significante, que, sabemos, siempre se remite a otro significante.
“Es por intentar hacer que este advenimiento a la función de significante no se haya producido que se encuentra lo que hay de real en el origen, a saber, de qué todo esto es signo” (Mahjoub, 2017, p. 39). Dicho de otro modo, que el Uno, signa.
Porque hay inconsciente, a saber lalengua en tanto que por cohabitar con ella se define un ser llamado el ser que habla, puede el significante estar llamado a ser signo. Entiendan el signo como les plazca, incluso como el thing de inglés, la cosa. El significante es signo de un sujeto. (Lacan, 1972-1973 [1995], p.171)
Los signos discretos en las psicosis ordinarias
Las psicosis ordinarias, como planteamos anteriormente, pueden ser interrogadas a partir del signo. Miller hace referencia a los signos discretos. Pequeños índices que se sitúan en la juntura más íntima del sentimiento de vida del sujeto. Se trataría de actitudes bizarras, problemas o pensamientos que surgen como acontecimientos de cuerpo o fenómenos de cierta desinserción respecto del lazo social.
Ahora bien, me interesa poner en cuestión la adjetivación de discretos a estos signos.
Lo discreto no es propio del signo, Lacan utilizó este rasgo para calificar al significante, para indicar que la cadena significante era discontinua, es decir compuesta de elementos separados y diferentes. En tanto discreto, un significante puede oponerse a otro significante.
En la clase del 22 de noviembre de 1961, Lacan sostiene:
De aquí en más, asimismo, he dicho lo suficiente para que ustedes sepan, hayan sentido, aprehendido en esos elementos de información significante, la originalidad que aporta el trazo, digamos de serialidad que ellos comportan, rasgo también de discreción, quiero decir de corte, esto que Saussure no ha articulado mejor ni de otra manera que diciendo que lo que los caracteriza de cada uno, es ser lo que los otros no son. (Inédito)
El signo debe tomarse en una relación de exterioridad para aquel que está concernido en este. Es decir, aislado de su relación con otro signo. Está solo. Por eso no se dirige al sujeto sino a alguien que podría ser el soporte a condición de que no haga del signo un significante.
Lilia Majhoub (2016) refiere el caso de una paciente, alta funcionaria del Estado que va a su consulta después de un episodio de burnout. No presentaba ningún trastorno del lenguaje ni delirio, hablaba con gran fluidez y se presentaba como una mujer con ganas de saber. Sufría de trabajar demasiado, decía que no podía levantar el pie del acelerador. En las sesiones —más precisamente cuando queda callada— presenta un ligero movimiento de labios sin que se produzca ninguna intención de hablar. No se trata acá, sostiene Majhoub, de palabras que se articularían sin sonido, sino de un movimiento ligero de los labios. En ningún momento se trató de preguntarle: ¿qué quiere decir? Porque si no, sería quedarse en la dimensión significante que la llevaría al estrago. No estamos acá en la dimensión de la palabra. Esto se lee.
¿Podríamos ubicar acá un signo en el sentido en que Lacan hacía del signo: congruente con lo real?
Lacan plantea en Radiofonía (1970 [2012]) que ¡él esta advertido de los signos! Hay que estar advertido para no empujar las cosas más allá. Empujar a estos signos del lado del sentido comportaría riesgos: equivaldría a una salida de las psicosis ordinaria en el sentido de un desencadenamiento o una complicación transferencial.
Planteo entonces la hipótesis de que la discreción de los signos en las psicosis ordinarias no está dada necesariamente por su tonalidad sino por su congruencia con lo real.
El signo es un modo particular de tratar el goce por lalengua, distinto del sentido. En el caso de las psicosis ordinarias, el signo, en tanto discreto, aparecería aislado y sin articulación. Mi lectura es que lo discreto está dado por su congruencia con lo real. Eso se presenta ahí para leerse.
El signo interesa, entonces, porque nos permitiría formular una clínica más próxima a lo real.