Marco Focchi invita en este libro a hacer un recorrido por diversas patologías actuales, siguiendo coordenadas de la clínica y de la época a partir de nociones centrales como la de síntoma, inconsciente y deseo. Logra una transmisión clara y sencilla pero no sin rigurosidad y precisión conceptual. La principal riqueza y contribución de este texto reside en su valor para el ámbito de la clínica psicoanalítica.
Lleva a cabo una comparación entre los discursos del psicoanálisis y el de la ciencia, se inmiscuye en ambos para describirlos, desmenuzarlos y diferenciarlos.
Para hablar de síntoma, parte de la relación entre psiquiatría y psicoanálisis, recordando que sufrió una transformación que se vio plasmada en la publicación del DSM III, Manual Diagnóstico que se presentó en 1980. Allí se hizo notable la pretensión de la medicina basada en la evidencia, de fundamentar los tratamientos mediante pruebas, buscando criterios de correlación entre un factor etiológico y un grupo de síntomas, recurriendo a la clasificación de los casos, a la estadística y a la objetivación experimental.
Ya en 1966, Lacan se anticipaba a este escenario y marcaba su posición. Decía:
Deshagámonos del hombre promedio, que no existe. No es más que una ficción estadística. Existen individuos, es todo. Cuando escucho hablar del hombre de la calle, de encuestas, de fenómenos de masa y de este género de cosas, pienso en todos los pacientes que vi pasar por el diván en estos cuarenta años. Ninguno se parece en ninguna medida a otro, ninguno tiene las mismas fobias, las mismas angustias, la misma manera de contar, el mismo miedo de no entender (Lacan, 1966 [2002]).
Esta pretensión, fue cobrando cada vez más fuerza, al punto de que Miller en su curso publicado en 2015, tres años después de este escrito, nombra a nuestra era como la del “Hombre de la cantidad” y en la cual, “Poder ser cifrado, ser una realidad susceptible de cifra, le entra a uno en el ser”. (Miller, 2015, p. 141)
El autor señala que el cambio radical está dado a partir de las diferencias en torno a este concepto central y lo sintetiza en tres interrogantes concretos: En la perspectiva de Freud la orientación sobre el síntoma era ¿qué significa?, en la actualidad, para el discurso de la ciencia, la pregunta se formula como, ¿es normal?, mientras que para Jacques Lacan, la cuestión es, ¿sabes arreglártelas con?
A lo largo del recorrido, el autor logra mostrar que en nuestra época el síntoma no está en relación al inconsciente , como podía constatarse en las vividas por Freud o Lacan, sino más bien que se establecen en base a ciertas normas establecidas por el discurso de la ciencia, las cuales están en consonancia con el capitalismo, organizadas en base a tres parámetros en torno a los que se mueve la vida: la relación con el dinero, con el éxito social y con el sexo. El sujeto que se desvía de ello se siente marginado, preocupado, empobrecido, ansioso y enfermo. Cobra relevancia entonces, la idea de síntoma como trastorno.
De modo radicalmente opuesto, para el psicoanálisis el síntoma es una solución al trauma original del encuentro con el lenguaje, ese que ocurre por el solo hecho de que somos seres hablantes. Se produce una desorganización del instinto animal, por eso Freud, no habla de instinto sino de trieb, pulsión. Este momento deja marcas de goce, de un goce perdido y frente a ese vacío hay una respuesta singular, el síntoma.
Se lee aquí la primera orientación que el autor extrae de la enseñanza de Lacan y de la que podemos servirnos en la clínica: para el psicoanálisis no se trata de suprimir el síntoma porque se lo considera que es una solución propia del sujeto.
La segunda, se formula como: el modo en que se lleva a cabo la experiencia analítica, depende del concepto de inconsciente que se tenga.
Se habla de síntomas contemporáneos o nuevos síntomas, entendidos como síntomas sin inconsciente, porque son el fiel retrato de un sujeto inmerso en la creencia cientificista de que, “son sólo índices de una disfuncionalidad del organismo” (Focchi, 2012, p. 44), implican tomar como referencia parámetros de normalidad, más que provocar interrogarse sobre la subjetividad. Menciona un ejemplo paradigmático para explicarlo. El sexo, es entendido desde el discurso de la ciencia como parámetro de autoevaluación o de autoestima, para valorar el rendimiento del sujeto. De esta manera con el denominado Trastorno de Deseo Sexual Hipoactivo, un síntoma emergente de la época, la disminución del deseo, queda reducido a un problema médico, suturando cualquier posibilidad de pregunta subjetiva sobre deseo y goce.
Frente a esto, contrapone el concepto de inconsciente en psicoanálisis. Con el inconsciente, conceptualizado como “enjambre” de significantes desordenados que no representan, sino que producen lalengua, en la última enseñanza de Lacan se modifica la concepción de la cura en psicoanálisis. Se trata de una apuesta para trabajar sobre lo real del goce, en cada caso.
Se desarrolla en el texto, una tercera orientación para la clínica actual. Ante el mundo contemporáneo en que el espectáculo representa uno de los principales modelos de dominación, la noción lacaniana de semblante, es la antítesis. El semblante de objeto es muy diferente a la simulación espectacular. Permite tomar el lenguaje como signo de goce y considerar al psicoanálisis más allá de una terapia y del ideal de lo útil.
El autor menciona que el paradigma del espectáculo, ha influenciado notablemente el concepto de salud-enfermedad y por lo tanto las demandas y los tratamientos que se realizan. Las llamadas terapias alternativas, cada vez más abundantes y presentes, son el fiel retrato de ello. Se encuentra sus raíces en las sectas protestantes radicales de Norte América y están amparadas bajo la idea de una concepción holística de salud: el cuerpo sabe cómo estar bien si se lo complace. Aquí, el libro nos introduce en otro debate, la diferencia entre psicoanálisis y psicoterapias.
Las psicoterapias, en la actualidad, se pueden dividir en dos grandes corrientes que sintetizan sus orientaciones. La primera es la búsqueda de la armonía interior y sintonía con la naturaleza y la segunda es la idea de una cura ideal para el paciente, anclada en nociones científicas como la Medicina Basada en la Evidencia, que debe funcionar sin implicaciones de la subjetividad. Ambas, se fundan en la cancelación de la falta. El psicoanálisis no comulga con ninguna, porque lejos de quedarse en lo útil, o en soluciones universales, está más del lado de la idea de lo bello (Focchi, 2012).
Para finalizar, me interesa destacar el capítulo titulado «Los ataques de pánico», en el cual se analiza con notable originalidad, esta patología tan actual, tan de moda, en el ámbito de la salud, dejando enseñanzas concretas para el trabajo en la clínica. En primer lugar los relaciona con la neurosis de angustia, formulada por Freud. En segundo lugar, explica que para la psiquiatría, los ataques de pánico, son de etiología biológica. En tercer lugar, los diferencia de los llamados nuevos síntomas. Fundamentalmente porque los ataques de pánico muestran el surgimiento de un real, despojado de cualquier envoltorio simbólico. Brinda referencias precisas para entenderlos, desde textos freudianos, pero dejando en claro cuáles son los límites de leerlos a partir de los desarrollos sobre el Edipo. Es necesario hacer un pasaje, un giro conceptual, que con Lacan entendemos como un más allá del Edipo.
Con este marco teórico, el psicoanalista ofrece una clara orientación para el tratamiento psicoanalítico de los llamados ataques de pánico: el surgimiento pulsional que implica el pánico no se puede abordar con los medios del sentido, hay un real que se vislumbra.
Para estos casos generalmente se indica la terapia cognitivo conductual, la cual realiza un abordaje farmacológico y reeducativo. Lo que implica reforzar las defensas para que el sujeto se exponga gradualmente a las situaciones agobiantes. En contraposición, y tomando como ejemplo la fobia, vemos que es entendida por el psicoanálisis como la solución natural que el sujeto encuentra para tratar la angustia y el pánico. “No se la puede combatir sin ofrecer una barrera alternativa al sujeto que lo proteja de lo inaguantable que lo invade” (Focchi, 2012, p. 101).
También se sirve del fenómeno psicosomático, como modelo porque se sitúa en los límites del lenguaje, en tanto borde entre lenguaje y acontecimiento pulsional.
Por ello, menciona que más que un forzamiento de las defensas de lo que se trata es de hacer un forzamiento de la lengua. Para arrojar luz sobre esto, presenta casos de su propia experiencia en la clínica, que enriquecen la teoría que expone.
Frente a este panorama, en el que somos testigos de una infinitización de las propuestas al malestar del ser hablante, el planteo del escritor deja en claro su posicionamiento, diciendo que estamos en un momento histórico en el que es fundamental la presencia del psicoanálisis en las instituciones y en los poderes públicos, para hacer más evidente la articulación con la realidad social, haciendo notar que, como el arte, tiene la posibilidad de perturbar las lógicas utilitarias y espectaculares que subyacen a la ciencia y al mercado.