“Corría al café en busca de nosotros,
conmovido, exaltado, casi llorando,
pedía un vaso de ajenjo y nos decía:
-Sí, dentro de la jaula de mi cerebro
está preso un pájaro azul que quiere su libertad…”
El pájaro azul. Rubén Darío
Que el número 6 de LAPSO elija como tema al deseo, es tanto una apuesta como una provocación. Una apuesta porque se sale de la serie de todos los números anteriores que privilegiaron tomar como puntos de partida extractos de la última enseñanza de Lacan. Pero también una provocación, dado que en el contexto de producción en el que nos encontramos en torno a la última enseñanza, invita a elaborar retornando a un tema que está en los albores del psicoanálisis y que puede darse por sobreentendido. ¿Qué es lo que no se ha dicho ya sobre el deseo? ¿para qué dedicarle un número completo?
Ahí está la decisión, la de evitar que el estallido del deseo haga ese ruido de petardo mojado que escucha Lacan (1958 [2008]) en La dirección de la cura y los principios de su poder. Porque ese es el riesgo cuando se confunde lo que para el psicoanálisis es el deseo. Este número se propone lograr el estruendo adecuado vinculando el deseo con la ética psicoanalítica. ¿De qué manera? Tomando el sintagma “Hay que tomar el deseo a la letra” que da título al quinto capítulo de aquel escrito. Una ética que incluye la abstención del uso de cierto poder que conlleva la suposición de saber que el paciente le otorga al analista. De esa suposición, el peligro es ceder en las buenas intenciones de decirle al paciente lo que desea, o de confundirlo con un anhelo o “ las ganas de”, tan común hoy en día en las terapias que responden al mercado: “no des más vueltas, date el gusto, vos te lo merecés”.
Aunque el fantasma le suponga al deseo un objeto, se trata de no dejarnos caer en la tentación de creer que podría encontrarse de manera definitiva, dado que aquel es insatisfecho por definición. Lo que lo mantiene siempre joven. Que el deseo sea metonímico quiere decir que corre junto con el movimiento de la cadena significante, o aún más, es lo que hace que la cadena misma se mueva. Es decir que de lo que se trata en la experiencia analítica en relación con el deseo, es provocar la asociación de significantes, mediante su interpretación. Justamente todo lo contrario a proponerle un objeto que tapone, que detenga el movimiento, sino siempre producir un cierto corte entre los significantes que relance el funcionamiento de la cadena. Si Buñuel enseñó que el objeto del deseo es oscuro, podemos agregar que este lo es por necesidad. Si hay un objeto para el deseo, permanecerá siempre opaco… o vacío. Ahora bien, lo que puede cernirse en el transcurso de la experiencia analítica, es una causa articulable a un deseo, cuestión que tan bien explicó Laurent (2020) en su discurso “El nombre y la causa” al recibir en el 2019 su título de Doctor Honoris Causa en la Universidad Nacional de Córdoba. Desde esta noción de deseo articulable a una causa parte una línea de desarrollo que podría rastrearse hacia la idea de un “saber hacer”.
En el curso “Del síntoma al fantasma. Y retorno” Miller (2018) retoma esta frase célebre de Lacan que este año inspiró a LAPSO y formula que “la cuestión es saber cómo, tomando el deseo a la letra, es decir interpretando, se alcanza y se opera sobre el goce” (p. 179). Lo que hace ingresar el enlace problemático entre deseo y goce. Pues bien, si consideramos al síntoma como una metáfora, es decir, un significante que está en lugar de un significante elidido, barrado ($, el sujeto) y a la interpretación como lo que relanza la cadena significante a través de la metonimia del deseo, tenemos tres de los elementos del discurso del inconsciente o del amo que Lacan (1975 [2010]) formuló muchos años después. Dicho discurso produce el objeto a, cuarto elemento. De lo que se trata en la interpretación, enseña Miller renovando esa frase de Lacan, es que además de dirigirse al significante, debe apuntar al goce, como lo que siempre queda como resto no reabsorbible por lo simbólico. Aquí volvemos a la cuestión de una ética, la de nuestra orientación que no descuida al objeto a, una orientación por el no-todo significante.
A esta operación de lectura que realiza Miller, actualizando al primer Lacan con los desarrollos posteriores, la encontraremos entre líneas en algunos de los artículos que componen la sección Teoría y conceptos de este número. Irene Kuperwajs toma fragmentos de sus testimonios para esclarecernos sobre el surgimiento del deseo del analista en el devenir de un análisis, no sin tener en cuenta el vacío en cuanto al ser y lo real en juego. Cuestión que atañe a la formación del analista y que también es tomada por Matías Meichtri Quintans, artículo que da cuenta de la Escuela como concepto fundamental de la misma. Débora Nitzcaner nos propone una animada rayuela que salta entre el deseo, el amor y el goce. La dimensión del acto y su relación íntima y arriesgada con el deseo, es precisada de manera nítida por Pilar Ordóñez. A su vez, la relación entre el significante fálico y el deseo es situada de manera rigurosa por Andrea Berger, contextualizándola en la primera enseñanza de Lacan. Natalia Bonansea, toma la tragedia de Antígona para establecer un contrapunto productivo entre el “deseo puro” y el “deseo a la letra”. En Intersecciones encontrarán una entrevista a Mercedes Morán en relación con su hacer artístico y aquello que lo motoriza, una perla. Pero también un exhaustivo itinerario de las principales nociones filosóficas sobre el deseo a cargo de Diego Fonti. En Reseñas encontramos los comentarios de “Causa y consentimiento” el último curso publicado de Miller en español, del número “Deseo” de la Revista Registros y del libro “Síntomas sin inconsciente en una época sin deseo” de Marco Focchi, cada uno a cargo de Deborah Lazzeri, Micaela Parici y Ana Mecchia respectivamente.
Como si todo esto fuese poco, este número cuenta además con un material único: Bernardino Horne responde a la Entrevista LAPSO sobre temas complejos haciéndolos transmisibles, a la altura de una vida encausada por el psicoanálisis.
Lacan toma la figura del pájaro azul que hace sufrir y exaltar a Garcín, el poeta del cuento de Rubén Darío, como referencia para figurar al deseo. Nuestros autores, como buenos pajareros, van en su búsqueda en este oportuno número de la Revista LAPSO.