El analista en la institución, una presencia a-normal

CARLOS GARCÍA GAVIOLA

Resumen

El presente escrito indaga sobre las condiciones que hacen posible el sintagma “presencia del analista” dentro de una institución. De aquí se desprende la pregunta ¿qué permitiría asegurar una escucha y bien decir en la práctica institucional?, la cual es respondida en el trayecto del texto con puntuaciones, tales como: una lectura analítica de por cuál presencia se es tomado por parte del parlêtre en la transferencia y crear las condiciones que lleven a encarnar el vacío que da lugar al saber inconsciente. En este sentido, el autor establece que el silencio en acto, o advertir sobre la vertiente del odio de la transferencia negativa pueden producir una presencia que oriente hacia lo indecible, y abra camino a la implicación con respecto al decir del analizante. Esto entraña, llevar una labor más allá de la influencia del lugar que promueve la institución, sea el del experto, del amo o del Otro malo, pues incluye la dimensión de la presencia en su aspecto paradojal y a-normal, al estar incluido en el inconsciente.

Abstract

This article researches the conditions that make the syntagm «presence of the analyst» possible within an institution. The following question is presented: how can listening and well-saying be ensured when working in an institution? This question is answered through out the article at different points, such as: an analytical understanding of what presence we are taken as by the parlêtre in transference as well as creating conditions that lead to embodying the void that gives rise to unconscious knowledge. In this sense, the author establishes that the act of silence, or being aware of the hateful side of negative transference, can produce a presence that orients towards the un-sayable, and opens a way of implication regarding what the analysand says. This entails carrying out work beyond the influence of the place promoted by the institution, be it that of the expert, the master or the bad Other, because it includes the dimension of presence in its paradoxical and a-normal aspect, as it is included in the unconscious.

La presencia de los analistas en las instituciones y la presencia de cada analista en una institución

La presencia del practicante del psicoanálisis en las instituciones permite verificar la incidencia del discurso analítico en el Otro social, contribuyendo con su particular lectura del malestar en la cultura y poniendo en acto una ética para alojar el sufrimiento subjetivo en espacios destinados para el tratamiento de la llamada salud mental. Cuestión que es posible inscribir dentro de la poliédrica noción de acción lacaniana, es decir, como una de las vías para hacer pasar las consecuencias del acto analítico en el campo social (Miller, 2017, p. 71).

El psicoanálisis podrá mantenerse vivo en la medida que se sostenga la hipótesis del inconsciente, aquel que Freud descubrió y al que luego Lacan le dará un nuevo estatuto a partir de las distinciones que permiten los tres registros de la experiencia subjetiva, a saber, imaginario, simbólico y real; relevando así del inconsciente la suposición que funda, así como también la dimensión real que conlleva (Shanahan, 2020).

Es así como no es posible abordar la incidencia del discurso analítico y su acto en el ámbito institucional sin retomar la pregunta por la especificidad de sus principios y los conceptos en los que se soporta, como lo es el de transferencia, en tanto modo de actualizar la presencia del inconsciente (Laurent, 2021, inédito). Junto a ella, al decir de Lacan, el “hermoso término” de presencia del analista (Lacan, 1964 [2007]), del cual es posible extraer coordenadas claves para situarse ante cada analizante y para orientar, especialmente en esta época del Otro que no existe, la dirección de cada cura.

Cabe preguntarse entonces: ¿Qué condiciones hacen posible el sintagma “presencia del analista” dentro de la institución? y ¿qué orientaciones se desprenden para leer lo irreductible de la presencia del analista, la transferencia y la incidencia del discurso analítico en el ámbito institucional?

La institución y la transferencia

Freud desde un inicio señaló que la transferencia, como fenómeno, no es exclusivo del dispositivo analítico, pero también precisó que es allí donde podemos encontrar sus fundamentos estructurales. Como es sabido, descubrió que el amor juega un papel nodal en su instalación. Por su parte, Lacan avanzó formulando que lo que permite no quedar bajo la ilusión de hacer existir la relación sexual y circunscribirse exclusivamente a las manifestaciones del amor repetición —ya sean tiernas, hostiles, eróticas, etc.—, es la operación que habilita el Sujeto supuesto Saber, abriendo el camino desde el amor de transferencia hacia el trabajo de transferencia propiamente tal.

De este modo, pensar la diferencia entre la transferencia como manifestación propia de la subjetividad y la que tiene que ver con la provocada por el discurso analítico permitirá introducir lo específico de la presencia del analista y sus resortes desde la invención del psicoanálisis. Así, Freud (1912 [2007]) destacó las manifestaciones que dan cuenta de la emergencia de la presencia del analista, ya sea por la vía de la transferencia negativa como efecto de la resistencia principalmente, pero también a partir de afectos de amor y odio. Lacan (1964 [2007]), al incluir al analista en el inconsciente situará la presencia del analista como una manifestación de aquel, precisamente como algo ligado a la pulsación temporal que daría cuenta de su cierre.

El momento en que el analista es tomado como objeto adquiere así un lugar crucial en tanto manifestación de la transferencia en el inconsciente. Freud, en la conferencia sobre la transferencia, ubicará ese pasaje para sancionar la instalación de una neurosis de transferencia. Lo expresará del siguiente modo:

no es entonces incorrecto decir que ya no se está tratando con la enfermedad anterior del paciente, sino con una neurosis recién creada y recreada, que sustituye a la primera. A esta versión nueva de la afección antigua se la ha seguido desde su comienzo, se la ha visto nacer y crecer, y uno se encuentra en su interior en posición particularmente ventajosa, porque es uno mismo el que, en calidad de objeto, está situado en su centro. (Freud, 1916-17 [2009], p. 404)

Lacan avanzará un paso más allá para dar cuenta del lugar del analista en la transferencia, incluyéndolo decididamente en el concepto de inconsciente y por lo tanto siendo parte directa en la economía libidinal del sujeto:

La propia presencia del analista es una manifestación del inconsciente, de modo tal que cuando en nuestros días se manifiesta en ciertos encuentros como rechazo del inconsciente —es una tendencia, y confesa, en el pensamiento que algunos formulan— esto también hay que integrarlo al concepto de inconsciente. (Lacan, 1964 [2007], p. 131-132)

Previamente, en su escrito La dirección de la cura y los principios de su poder (1958 [2009]), recordará tres pagos del analista que conviene tener presente: Lacan dirá que el practicante, en la cura, paga con sus palabras en la interpretación y con su persona en la transferencia “en cuanto que, diga lo que diga, la presta como soporte a los fenómenos singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia” (Lacan, 1958 [2009], p. 561). Pero en ese escrito agrega también que el psicoanalista paga con su ser: “cura menos por lo que dice y hace que por lo que es” (op. cit.), antecedente para que posteriormente, una vez formalizados los cuatro discursos, sitúe el lugar del objeto a en el lugar de agente del discurso analítico, lo que, en sus palabras, “se debe a que el analista en cuerpo, con toda la ambigüedad motivada por este término, instala el objeto a en el sitio del semblante” (Lacan, 1971-72 [2021], p. 226).

Di Ciaccia (2018), siguiendo la orientación dada por Miller al situar la función del analista como la encarnación del objeto a, destacará esta brújula para ubicarse ante modalidades en que se presentifica la transferencia en el siglo actual, situando así la presencia del analista a partir de la incorporación del cuerpo en su dimensión real, implicando la necesidad de encontrar un saber hacer con nuevas manifestaciones de la transferencia, pues en la actualidad será, en sus términos, “sin contar ya con el cobijo del pacificador Sujeto supuesto Saber” (p. 118).

Saber leer la presencia del analista en la institución

Lidia Ramírez (2021, inédito) en un seminario sobre la presencia del analista en la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) se pregunta si aquella presencia que el analista encarna, más que hacer referencia a que el analista esté ahí con su cuerpo, logra asegurar una escucha del lado del arte y un bien decir del lado del analizante. ¿Qué permitiría asegurar esa escucha y el bien decir en la práctica institucional?

Pregunta que nos advierte de cómo saber maniobrar con cuestiones que atraviesan la práctica en la institución, como el tiempo destinado para los tratamientos, pues en ocasiones debemos hacer frente al empuje de obtener efectos terapéuticos estándar que tiene como consecuencia que el tratamiento derive hacia la sugestión y la precipitación de intervenciones en las que el saber queda del lado del tratante identificado con el lugar del experto.

Laurent (2021, inédito) nos recuerda que Lacan prefería la lógica de la escucha y es en ese lugar donde es posible el saber leer. Dirá que hay algo del inconsciente que llama a la necesidad de una presencia que permitirá leer ese inconsciente de otra manera.

Si la presencia del analista está anudada a su acción de escucha para dar lugar al bien decir singular del analizante, esto requerirá crear las condiciones para encarnar el vacío que pueda dar lugar al saber del inconsciente por la vía de una interpretación. Florencia Shanahan (2021, inédito), en el mismo seminario de la ELP, situará la presencia del analista “como el silencio que en acto constituye un decir”.

El silencio entonces, produce una presencia que se orienta hacia lo indecible, abriendo camino a la implicación con respecto a su decir, hacia la responsabilización subjetiva que permita una rectificación en la relación con el Otro, así como también una forma de hacer frente a la angustia (Barros, 2009, p. 35).

Transferencia negativa y desuposición de saber, encontrando cómo renovar la posición en la época desde la presencia del analista

Lacan, ya en 1964, nos anticipaba las dificultades con que se encontraría la presencia del analista en la modalidad de rechazo al inconsciente y de resistencia, lo que en la época actual nos confronta con nuevos síntomas y manifestaciones del malestar, que en el orden del manejo de la transferencia nos invita a estar advertidos de las manifestaciones más allá de las que instituye la transferencia simbólica bajo el Sujeto supuesto Saber, como suposición de lectura y de saber al Otro. Si bien la transferencia negativa es condición para leer bien, en este punto podemos decir que también tiene su borde de obstáculo para la destitución del Sujeto supuesto Saber.

Leer estos movimientos y estar advertidos de las exigencias que impone la época para renovar nuestra posición resulta esencial para dirigir la cura, tal como lo expresa Mauricio Tarrab:

Y si el psicoanalista tiene una chance en este futuro que ya ha llegado no será por vestirse de ultramoderno sino por estar dispuesto a renovar su posición. En especial cuando no se le dirige, y cada vez menos se le dirigirá, una demanda de saber; cuando se le dirigen ya mismo demandas que parecen obligar al analista a estar abierto a incidencias nuevas del dispositivo analítico (…) y también a demandas renovadas y tan genuinas como las que se dirigen al Otro del saber. Se trata de saber si el analista va a soportar la desorientación que puede causarle ser demandado allí donde no lo esperaba y de un modo que no imaginaba. Esta encrucijada tiene algo del encuentro entre aquella demanda inédita y de aquella sorpresa primera de Freud, cuando por la emergencia de la transferencia en la escena inaugural del psicoanálisis supo encontrar una posición inédita de la que aún somos deudores. (Tarrab, 2018, pp. 33-34)

Ser demandado en ese punto, donde el analista no se lo espera ni se lo imagina, son orientaciones que subrayan la consideración de la contingencia de la presencia, como algo que no se puede apurar, que más bien refiere a un saber aguardar, a una escucha que, por fuera del sentido, permita leer de qué manera ubicarse y captar la presencia que se pone en juego para el parlêtre, alentando una posición en la que sea posible ubicarse para acompañar al analizante y sus dichos, ya sea un sujeto psicótico, un niño o ante un paciente en urgencia subjetiva.

Cuestión a tener presente para ser dócil a esa presencia. Miller, a su vez, recalca que “los desengañados que se engañan son los que rehúsan dejarse engañar por los semblantes” (Miller, 2019, p. 188) para tener presente que el analista consiente a dejarse engañar para acompañar al analizante y para no responder desde el enredo de un prejuicio o desde la confusión entre su persona y el lugar en que lo pone el paciente. Desde ahí se puede entender cuando Lacan señala que el analista cura menos por lo que dice y hace que por lo que es. Por ello cabe preguntarse en cada caso, ¿qué es el analista para el paciente que acude en busca de atención en un dispositivo institucional? Esto implica llevar la pregunta más allá de la influencia del lugar que promueve la institución, sea este la del experto, la del amo o la de Otro malo, pues incluye la dimensión de la presencia en su aspecto paradojal, al estar incluido en el inconsciente. Laurent (2021, inédito) señala que el analista toma la máscara para una presencia en la dimensión del objeto a y del cuerpo, más allá de la imagen en la medida que el paciente “convoca al analista como la persona que la transferencia supone que es” (s/p).

Miller (1999) situará el uso del diván como un objeto que permite aislar el cuerpo como depósito de las huellas del objeto a más allá de la imagen. En la práctica institucional no se cuenta con el recurso del diván, pero sí con el de la interpretación, que va a ser recibida como realizada por aquella presencia que la transferencia instala, lugar al cual el inconsciente del paciente se dirige, “encarnación transitoria de la dramaturgia de la sesión” dirá Laurent, detrás de las cuales está la presencia del objeto pulsional, en su dimensión de “encarnación de las presencias transitorias, simbólicas, imaginarias, ideales” (Laurent, 2021, inédito).

Encarnaciones que son producto del fulgor de un instante que no se puede predecir y que produce sorpresa. Pero en la perspectiva de la orientación por lo singular, “el efecto de encuentro es instantáneo” (Miller, 2014, p. 103) y este llega como respuesta a un acontecimiento corporal que se encarna en una presencia que, ya desde el primer encuentro, posibilita dar lugar a algo nuevo.

Singularidad que le resulta difícil de soportar al sujeto que acude a consultar y con el que se ve confrontado el analista, lo que muchas veces lleva como deriva a defenderse en el campo de lo particular, ya sea de los diagnósticos, clasificaciones y procedimientos que van en la línea de la sugestión y de la normativización de los sujetos, por la vía del sentido y de los discursos de dominación en los que se sostienen las diferentes terapéuticas psi.

Pero el saber al que nos confronta el inconsciente es el que resulta producto del fuera de sentido, que deja sus marcas de goce en el cuerpo hablante, en el cuerpo pulsional que es un misterio y que en el discurso analítico queda ceñido a un semblante de objeto que el analista procura al paciente, ya sea mirada, voz o silencio (Mahjoub,  2018, p. 112).

Si nos formamos para tratar lo real y poder alojar la singularidad del analizante, hay que estar advertidos de que eso involucra un saber hacer con la presencia del objeto a, con ese objeto indecible y que confronta con lo insoportable.

¿Cómo alojar eso insoportable en el contexto institucional? Pregunta que lleva la reflexión hacia las condiciones que permiten subvertir aquello que la institución fuerza a hacer prevalecer, como un estándar que regule el goce con la misma medida para todos y con reglas que se orientan por un ideal de normalidad. El psicoanálisis, por el contrario, nos propone una posición incómoda y anormal, por ejemplo, erradicando de la experiencia analítica la interferencia de la comprensión, paso previo para hacer resonar algo más allá del sentido.

Otro aspecto relevante es poder alojar el odio presente en la transferencia negativa. Este se torna una báscula fundamental en el análisis, y es ahí donde el analista se vuelve una presencia insoportable, develando la dimensión pulsional de la transferencia real una vez que este encarna el objeto a.

Freud nos recordaba que no se puede anticipar hacia dónde llevará la experiencia analítica. Lacan puso en evidencia que la incidencia del discurso analítico y su acto no se verifica por sus logros sino por sus consecuencias. Miller (2016) subrayará que no es por el lado de la norma que los analistas podrán operar como tales, poniendo como ejemplo el raro modo de la palabra que es la interpretación analítica: “la interpretación analítica no es clara, equilibrada, simple, ordinaria. Es de buen grado, por el contrario, oscura, excesiva, compleja y, sobre todo, extraordinaria” (p. 15).

En lo que concierne a lo raro del psicoanalista mismo, lo que amerita especial consideración en el ámbito institucional, es la relación que establecerá con la idea del bien. En este sentido, el analista no busca un bien convencional, pues parte de la premisa de que no sabe qué es el bien para cada sujeto y en la práctica, muchas veces, ha podido constatar que el bien no coincide con la idea de bienestar desde el sentido común, aquella que sostiene con tanta fuerza el discurso de la salud mental.

El psicoanalista trabaja en su formación para mantener una posición que deje fuera el ideal de mejoría y las identificaciones que fijen al furor curandis o la ambición terapéutica que advertía Freud, teniendo presente que los efectos terapéuticos pueden advenir como efectos pero no como fin, pues desde ese furor y de la mano del sentido lo que hace es caer en la subordinación del amo y de la lógica institucional del para todos que somete finalmente el deseo a la demanda (Barros, 2009, p. 39).

Una presencia en una institución

Si la presencia del analista va más allá del cuerpo pero no es sin él (Ramírez, 2021), ¿de qué presencia se trata en la operación que posibilita la transferencia y que orienta la posición del analista en los tratamientos que dirigimos? Especialmente en los casos en que la presencia de la transferencia negativa y el rechazo al inconsciente se manifiesta intensamente desde el primer encuentro, ¿qué de la presencia del analista posibilita maniobras para provocar giros de discurso e invenciones que permitan encontrar nuevos arreglos con el goce en un tratamiento institucional?

Hace muchos años en mi paso por una institución pública, una paciente me enseñó acerca del efecto instantáneo del encuentro con el acontecimiento corporal encarnado en una presencia. Ella ingresa a la institución durante la compleja entrada a la adolescencia, luego de intentos de suicidios y cortes cuando el goce en el cuerpo no logra ser capturado de otro modo, provocando recurrentes internaciones. En el dispositivo grupal queda de manifiesto el lugar del analista en la transferencia: evita permanentemente la mirada y se muestra temerosa en el encuentro con el extraño, al mismo tiempo que en su discurso se refiere a una figura masculina cercana como “un monstruo”. Signos que alertan al analista a mantenerse alejado, ocultar su mirada y a no obturar los silencios, no sin estar advertido de la presencia que emana con su cuerpo. A pesar de la evidente y marcada transferencia negativa, se despierta un cierto interés por el Otro que no demanda.

Durante una sesión grupal en la que no había otros pacientes presentes se encuentra hablando del malestar que experimenta en el cuerpo por intensos dolores menstruales. Luego, en otra sesión grupal, es enfática en su respuesta a una compañera recién llegada que habla de su rechazo a confiar en un analista hombre: “¡Oye, si Carlos es mujer, puedes hablar todas tus cosas, en serio!”. Sorprendido, el analista ubicado bajo el significante mujer asiente sin ocultar el regocijo por este nuevo lugar: alguien con quien es posible hablar y ubicar como partenaire para soportar lo real.

Nuevo acontecimiento corporal provocado por el encuentro que posibilitó posteriormente la continuación del tratamiento en un dispositivo individual, dado el paso del tratamiento de la angustia y del goce autoerótico obtenido en los cortes, al acto de hacerlo pasar por la palabra. Giro que fue posible gracias a la potencia de semblante del lenguaje por su facultad de hacer existir ficciones y por el consentir como analista a tomar la máscara para una presencia en la dimensión del objeto a y del cuerpo más allá de la imagen.

Para el encuentro que produce la experiencia analítica la contingencia es fundamental, no es sin ese acontecimiento sorpresivo que en la transferencia se pudo producir un nuevo lazo que dio lugar a un decir inédito y a una rectificación en la relación con el Otro. En el caso de esta adolescente, no sin la presencia constante de un malestar irreductible, generó un lazo con la vida y arreglos para enfrentar lo real y el goce.

Miller (2018) nos recuerda que la experiencia que promueve el psicoanálisis es una que alcanza su valor en el uno por uno. No vale “para todos” como pretende el discurso del amo en su alianza con la tecnociencia, discursos que imponen una norma que prohíbe salirse de la lógica universal del “para todos”, que produce trauma y el borramiento de la singularidad de cada parlêtre. Encontrar una posición que subvierte una demanda institucional tendiente a ubicar al otro como uno más de los objetos del mercado, será algo posible de solucionar en la dimensión de la formación y del deseo del analista (Shanahan, 2020). Ahí donde sus consecuencias no se encontrarán en el valor de cambio, sino más bien en su valor de uso. Se tratará de la instalación de la transferencia en la institución, donde el discurso analítico (que tiene de soporte la presencia del analista en el inconsciente) posibilite que el factor a se intercale, en el uno por uno y cada vez, subvirtiendo el cálculo del amo.

Referencias

  • Di Ciaccia, A. (2018). La transferencia en el siglo XXI. Psicoanálisis. Revista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano, abril 2018, n°32. Disponible en: https://elpsicoanalisis.elp.org.es/numero-32/la-transferencia-en-el-siglo-xxi/

  • Barros, M. (2009). Psicoanálisis en el hospital: el tiempo de tratamiento. Buenos Aires: Grama.

  • Freud, S. (1912 [2007]). “Sobre la dinámica de la transferencia” en Obras Completas. Tomo XII. Buenos Aires: Amorrortu.

  • Freud, S. (1916-17 [2009]). “27ª Conferencia. La transferencia” en Obras Completas. Tomo XVI. Buenos Aires: Amorrortu.

  • Lacan, J. (1958 [2009]). La dirección de la cura y los principios de su poder” en Escritos II. Buenos Aires: Siglo XXI editores.

  • Lacan, J. (1964 [2007]). “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” en El seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Buenos Aires: Paidós.

  • Lacan, J. (1971-72 [2021]). “…o peor” en El Seminario de Jacques Lacan. Libro 19. Buenos Aires: Paidós.

  • Laurent, E. (30 de enero de 2021, inédito). Conferencia “La presencia del analista. Seminario Internacional de Otoño de la ELP.

  • Mahjoub, L. (2018). “La transferencia en todos sus estados” en Psicoanálisis. Revista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano, abril 2018, n°32. Disponible en: https://elpsicoanalisis.elp.org.es/numero-32/la-transferencia-en-todos-sus-estados/

  • Miller, J.-A. (1999). Y cuanto más se vuelva común la presencia virtual, más preciosa será la presencia real. Disponible en: https://nelguayaquil.org/2020/04/13/entrevista-a-jacques-alain-miller-y-cuanto-mas-se-vuelva-comun-la-presencia-virtual-mas-preciosa-sera-la-presencia-real/

  • Miller, J.-A. (2014). Sutilezas analíticas. Buenos Aires: Paidós.

  • Miller, J.-A. (2016). “¿Ha dicho raro?” en Mediodicho. Revista anual de psicoanálisis. Nº 42. Córdoba: Escuela de la Orientación Lacaniana.

  • Miller, J.-A. (2017). Un esfuerzo de poesía. Buenos Aires: Paidós.

  • Miller, J.-A. (2018). Cuestión de Escuela: Acerca de la Garantía. Psicoanálisis. Revista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano, abril 2018, n°32. Disponible en: https://elpsicoanalisis.elp.org.es/numero-32/cuestion-de-escuela-%E2%80%A8acerca-de-la-garantia/

  • Miller, J.-A. (2019). Causa y consentimiento. Buenos Aires: Paidós.

  • Ramírez, L. (30 de enero de 2021, inédito). Conferencia “La presencia del analista”. Seminario Internacional de Otoño de la ELP.

  • Shanahan, F. (2020). “Modos de la presencia” en Blog virtual de ZADIG (Zero Abjection Democratic International Group) – España. Disponible en: https://zadigespana.com/2020/04/11/coronavirus-modos-de-la-presencia/

  • Shanahan, F. (2021). Presente. Consecuencias. Revista digital de psicoanálisis, arte y pensamiento, julio 2021, n° 25. Disponible en: http://revconsecuencias.com.ar/ediciones/025/template.php?file=arts/alcances/presente.html#notas

  • Tarrab, M. (2018). La mirada de las imágenes. Buenos Aires: Grama