Resonancias que interrumpen el sueño del inconsciente

LUCÍA BENCHIMOL

Estamos habituados a encontrar en la bibliografía analítica libros que reúnen textos producidos por analistas durante su ejercicio como AE aunque, sin embargo, este ejemplar no se incluye en la serie: no se trata de relatos sobre un análisis, sino de una amalgama de resonancias que sancionadas por el analista, Lacan en este caso, siguen produciendo un real. Esthela Solano-Suárez nos enseña cómo tres segundos y un corte de sesión alcanzan para hacer oír un lapsus. En las primeras páginas nos relata el día que llega a su consulta con la intención de presentar un sueño: “Se trata de una mujer que venía (venait) a París”; el analista corta la sesión y, mientras camina, escucha sus propias palabras de otro modo “Una mujer que quiere (veut) nace (nait) en París” (Solano-Suárez, 2021, p. 14). La autora relata cómo este corte liberó la lengua del envoltorio del lenguaje: esos tres segundos sirvieron para “atrapar el síntoma por las orejas” (op. cit.).

Hay libros de los que no se sale como se entró y este es sin duda uno de esos casos: cada texto circunscribe dilemas sobre la sexualidad, la vida y la muerte para indicar cómo el discurso amo y la creencia en el inconsciente son cáscara que recubre los sedimentos que la letra deja en el cuerpo. Esthela Solano-Suárez nos indica un analista inquietante, analista “trauma” que no le permite llenar las sesiones de pensamientos o de las redondeces que las significaciones producen sino que separa en acto la materialidad de la lengua singular. Queda explícito cómo el analista participa de la escritura, si su interpretación separa la letra del sentido, si produce un corte que funda nuevas superficies, dando toda su potencia al materialismo de la palabra, en tanto materialidad. “Según mi experiencia tanto en el análisis como en el control, Lacan ejercía su función dentro del más estricto rigor <> (en el neologismo moterialisme, Lacan juega con la homofonía de mot, palabra, y materialismo para indicar la materialidad de las palabras en las que reside el inconsciente)” (p. 32.). Cada texto detalla resortes de resonancias que sostienen economías de goce. En un control con Lacan, resuena la frase de un paciente: “la angustia me estrangulaba (m’etranglait)” (p. 31), el m’etranglait resuena ȇtre anglais; el paciente era fruto de un desafortunado encuentro de su madre con un inglés quién la abandonó estando embarazada. El control, afirma la autora, “es el encuentro entre un sujeto supuesto saber leer y el sujeto supuesto aprender a leer” (p. 34).

En este contexto, no es sorpresivo encontrar entre sus líneas un apartado dedicado al acontecimiento que la sujetó de por vida a su gusto por las resonancias: cerca de los 14 años advierte que el cuerpo está vaciado por dentro, aunque no cualquier cuerpo sino el cuerpo materno, constituyéndose en una caja de resonancias y quedando cautivada por esa emoción viva, que luego se recubrirá de sentidos. En el libro cada palabra golpea con su sonoridad en las paredes de cuerpos vaciados de formas acabadas liberando el goce de la mansión del lenguaje. Para aquellos lectores que se interesan por la poesía en psicoanálisis, para quienes se preguntan sobre la reducción minimalista que opera al final de un recorrido analítico, para quienes quieran imaginar a un Lacan analista o un Lacan en control, para curiosos sobre la formalización de nuestra praxis, este libro es una elección forzada.

Referencias

  • Solano-Suárez, Esthela (2021). Tres segundos con Lacan. Barcelona: Gredos