Religión – Prescindir para servirse de… Freud, un científico [1]

SARAH ABITBOL

Resumen

El propósito de este artículo es examinar la relación de Freud con la ciencia, a la luz de lo que lo une al judaísmo y a su condición judía (Judeity) [2]. ¿Podemos encontrar un vínculo entre lo que le pasó con el judaísmo y su indestructible esperanza en la ciencia? Esto nos permitirá distinguir la fe en el lenguaje y en el inconsciente, de la fe en la religión. Con este fin, echaremos un vistazo sobre algunos escritos, en particular sobre Moisés y la religión monoteísta (Freud, 1937-1939 [1991]), con el interés puesto especialmente en qué significó para Freud ser judío.

“Intentar meter todas las religiones en la misma bolsa
y hacer lo que se llama historia de las religiones es algo
verdaderamente horrible. Hay una verdadera religión
y esta es la cristiana”

(Lacan, 1974 [2005], pp. 80-81).

En La ética del psicoanálisis, Lacan (1959-1960 [1990]) hace énfasis sobre la originalidad de la posición de Freud en la cuestión de las religiones. Precisamente porque esto nos permite, salvo que nos quedemos del lado de la religiosidad, clasificar estas religiones.

Habría religiones que ingresan en la categoría de lo imaginario, aquellas que se oponen a la tradición del monoteísmo, cuyos mandamientos son las leyes del discurso: “No te inclinarás ante ninguna imagen”. Refiriéndose a Moisés, Lacan señala: “Dado que estos mandamientos demuestran resistir toda prueba, quiero decir que, aplicándolos o no, todavía los escuchamos, pueden demostrarse en su carácter indestructible como siendo las leyes mismas de la palabra, tal como intenté demostrárselos” (Lacan, 1959-1960 [2005], p. 211).

¿Qué distingue a la religión judía de la religión cristiana? Parece ser precisamente la fe lo que las diferencia. La fe no es una categoría dentro de la religión judía. A su vez, ante la ausencia de la fe, esta pone énfasis en la ley: la ley del simbolismo.

Para Lacan, la religión es inagotable, y triunfará no solamente sobre el psicoanálisis sino también sobre la ciencia (Lacan, 1974 [2005], p. 78). Freud, por otro lado, está convencido de que la ciencia puede vencer a la religión. Él nunca dejó de tener esa esperanza e incluso creyó que la ciencia reemplazaría a la religión: un hecho científico fundamental en el que él reposaba todas sus expectativas. Viniendo de un pueblo judío, para quienes la base de su religión no es la fe, podríamos decir que Freud tuvo fe en la ciencia. ¿Hay alguna conexión entre lo que es ser judío para Freud y su fe en la ciencia?

Proponemos considerar la relación de Freud con la ciencia, a la luz de lo que lo une al judaísmo y a su condición judía (Judeity). ¿Podemos encontrar un vínculo entre lo que le pasó con el judaísmo y su indestructible esperanza en la ciencia? Por consecuencia, esto podría permitirnos distinguir la fe en el lenguaje y en el inconsciente, de la fe en la religión.

Qué significa para Freud ser un judío 

Ni alemán ni austríaco, pero judío

Lacan (1966) nos enseñó que un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante. Obviamente, es por la vía de este significante, “judío”, por medio del cual se presenta Freud a menudo. “Neither German nor Austrian, but Jewish [Ni alemán ni austríaco, pero judío]” (Freud, 1979, p. 216) es lo que Freud respondió a Gilles de La Tourette, durante una reunión en París, mientras hablaba de la posibilidad de una gran guerra entre Francia y Alemania.

Una vez que asumimos que Freud se presenta a sí mismo como judío, necesitamos tratar de identificar qué representa para él, como sustancia, este significante “judío”. ¿Era Freud religioso? No. ¿Era nacionalista? Tampoco. Entonces, ¿cómo entendía este “ser judío” que él siempre ha reivindicado? Como gustó recordar con frecuencia, no creía en ninguna religión, ni siquiera en la de su pueblo. Para él era un objeto de interés epistémico, de análisis y de investigación. Se interesó en él como lo hizo por cualquier fenómeno psíquico, patológico o no.

Lo que significa ser judío para Freud, está claramente disociado de la religión. Es como ateo, radicalmente opuesto a cualquier religión, que se interroga sobre su condición judía (Judeity). Freud separa así el tema del judaísmo y de la condición judía (Judeity), de la religión. Permitámonos asumir que es esto precisamente lo que vuelve al tema tan complejo. Si ser judío no tiene nada que ver con la religión, entonces ¿qué significa ser judío? ¿Cómo se puede ser judío sin religión?

Claramente, tras Freud, esta compleja cuestión permanece irresuelta y hoy nos concierne aún más. Citemos a Freud:

(…) puedo decir que estoy tan apartado de la religión judía como de todas las demás religiones; (…) En cambio, siempre he tenido un fuerte sentimiento de pertenencia a mi pueblo y lo he alentado también en mis hijos. Todos nosotros nos hemos mantenido dentro de la confesión judía. (Freud, 1925 [1992], p. 301)

En una carta a Jacob Meitlis, del 8 de junio de 1938: “You know without any doubt that I recognize my Jewishness with joy and pride, even though my attitude towards all religions, including our own, is the culmination of a critical refusal [Sin duda sabes que reconozco mi judaísmo con alegría y orgullo. Aun cuando mi actitud hacia todas las religiones, incluida la nuestra, culmina en un rechazo crítico]” (Freud, 1983, p. 240).

El apartado siguiente, de la historia judía, nos permite introducir la relación de Freud a su judaísmo. En una familia judía de la burguesía adinerada, su padre progresista y de izquierda, nunca se pierde la oportunidad de proclamar fuertemente sus convicciones ateas. Deseando que su hijo recibiera la mejor educación posible, lo inscribió en la escuela de la Trinidad, escuela que fue una vez religiosa, pero se volvió secular y abierta para todos. Un tiempo después, el hijo vuelve a casa y dice descuidadamente:

“By the way, Dad, do you know the meaning of the word ‘Trinity’? It means the trio of the Father, the Son and the Holy Spirit’. The father, barely restraining himself, grabs the boy by the shoulders and declares: «Son, there is only one God- and we do not believe in him! [Por cierto, papá, ¿conoces el significado de la palabra “Trinidad”? Significa el trío del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.” El padre, apenas conteniéndose, agarra al niño por los hombros y declara: “¡Hijo, hay un solo Dios y nosotros no creemos en él!]”. (Yerushalmi, 1991, p. 115)

Freud no ha cesado de expresar ni de cuestionar su judaísmo. Ambas acciones se han dado públicamente en sus escritos y también de manera privada en sus cartas. La riqueza y abundancia de su correspondencia, nos permite adentrarnos en su íntimo y profundo cuestionamiento. En base a estas lecturas, ricas y emocionantes, podemos extraer algunas lecciones sobre la relación de Freud con su condición judía. Es también interesante e importante tener en cuenta el contexto histórico de las observaciones de Freud. En efecto, sus palabras son también una respuesta a su tiempo, al discurso que atraviesa a la sociedad en la que vive.

La intensidad de sus palabras y la reivindicación de su condición judía aumentan cuando se enfrentan a un antisemitismo más manifiesto. En esos contextos, afirmar y reivindicar su judaísmo es una respuesta clara al antisemitismo.

Aquello que caracteriza “el hecho judío”, para Freud es plural y tiene su origen en una historia particular.  La historia de los judíos, sus tradiciones y condiciones de vida han forjado ciertos rasgos que, en su opinión, son parte de la identidad judía.

Hemos recolectado en sus libros, artículos y correspondencia, los significantes fundamentales que él considera que constituyen su ser judío, a saber: “disfrutar la vida al máximo”, “esperar” / “resistir”, “no rendirse” / “ser solidario”, “pertenecer” / “estar lúcido”, “no negar la realidad” / “aislamiento duradero”, “estar libre de prejuicios” / “no renunciar a nada”. Finalmente, la condición judía (Judeity): esencial pero inaccesible.

De las condiciones arriba mencionadas sobre lo que Freud considera que constituye al ser judío, repasemos las dos últimas, en tanto parecen resumir de manera clara y concisa, todo lo que Freud pudo decir sobre este asunto.

No renunciar a nada

En una carta a su hijo Ernst, quien, luego de contratiempos financieros y en un clima de antisemitismo, dejó Alemania para establecerse en Londres con su familia, Freud escribe: “Es genuinamente judío no renunciar a nada y buscar la sustitución de lo perdido” (Freud, 1938 [2012], p. 411).

Para tratar de comprender lo que Freud (1937-1939 [1991]) quiere decir con este reemplazo o sustitución, volvamos a Moisés y la religión monoteísta.

 

Moisés contra viento y marea

¿Por qué Freud escribió este libro? ¿Y por qué razones lo atormenta Moisés “like an unexorcised mind [como una mente no exorcizada]”? (Freud, 2010, p. 182).

En el verano de 1934, Freud escribe la primera versión de este estudio que titula, Moisés: una novela histórica. Según la carta escrita a Arnold Zweig el 30 de septiembre de 1934, el “punto de partida” de Moisés es la trágica noticia de la persecución antisemita.

You know very well the starting point of my work; It was the same as for your Balance sheet. In face of new persecutions, one wonders once again how the Jew became what he is and why he has attracted this eternal hatred. I soon found the solution. Moses created the Jew and that’s how the title of my work came to be: Moses: a historical novel. [Conoces muy bien el punto de partida de mi trabajo. Fue el mismo que para su Balance General. Ante las nuevas persecuciones, uno se pregunta una vez más cómo el judío devino lo que es y por qué este ha atraído este odio eterno. Pronto encontré la solución. Moisés creó al judío y así es como llegó a ser el título de mi trabajo: Moisés: una novela histórica]. (Freud y Zweig, 1973, p. 129)

 

Freud decide conservar en secreto su nuevo trabajo y no publicarlo para evitar la hostilidad de la Iglesia y la censura hacia el psicoanálisis.

Pero su manuscrito no lo deja en paz: “Moses and what I wanted to do with him continually pursues me. But it’s impossible, the external dangers and the inner scruples leave me no other way out. [Moisés y lo que quiero hacer con él me persiguen continuamente. Pero es imposible, el peligro externo y los escrúpulos internos no me dejan otro camino]” (Freud y Zweig, 1973, p. 136).

No es hasta 1939 que Freud, estando refugiado en Londres después de tener que dejar Viena en 1938, revisita sus planes de publicarlo. A este punto, ya no tenía nada más que perder. “Sobrevino entonces, en marzo de 1938, la inesperada invasión alemana; me compelió a abandonar la patria, pero también me libró del cuidado de que su publicación le valiera al psicoanálisis una prohibición allí donde era tolerado” (Freud, 1939 [1981], p. 100).

Se basó en sus dos tempranos artículos de 1939, publicados en ImagoMoisés, un egipcio y Si Moisés era egipcio… ― y le agregó una tercera parte: Moisés, su pueblo y la religión monoteísta. Esta extensa y última parte resume las dos anteriores y propone una teoría de la religión, fundamentada esta vez en la religión judía, se basa y desarrolla a partir de Tótem y tabú (Freud, 1913 [2008]).

Es en esta tercera parte en la que Freud articula de una manera magistral lo que hace a un judío y la especificidad de la religión judía.

Termina publicando su Moisés y la religión monoteísta justo antes de su muerte, contra todo buen pronóstico, a pesar de la gran cantidad de cartas de amenazas, insultos y la advertencia de sus colegas y familiares, quienes le sugieren no hacerlo (Gay, 2010), y aún a pesar del hecho de que sus hipótesis no son de ninguna manera confirmadas por historiadores y científicos.

Por lo tanto, Freud lo publicó cuando ya no tenía nada más que perder, cuando, en un sentido, ya había perdido todo. Aquí tenemos la ilustración de lo que escribió a su hijo: no renunciar a nada y reemplazar lo que se ha perdido. De hecho, publicándolo, no renuncia a nada y con un discurso reemplaza lo que ha sido perdido, a saber, su patria. Es difícil no darse cuenta de que el destino del psicoanálisis está inextricablemente relacionado al del pueblo judío. Después de la Anschluss del 15 de marzo de 1938, la liquidación del psicoanálisis fue rápida y completa. Forzado a encontrar refugio en Inglaterra, Freud compararía la pérdida de la cuna vienesa con la destrucción de Jerusalén.

Ahora, volvamos a nuestra pregunta de ¿por qué el Moisés? Lo que Freud busca en este trabajo es intentar capturar el origen del judaísmo, su especificidad, las características del pueblo judío y, al mismo tiempo, la génesis de las religiones en general. Con el fin de poder contestar la pregunta que le preocupa y que no lo deja en paz: ¿por qué los judíos atraen eternamente el odio y cómo es que resisten toda persecución?

Moisés creó al judío

¿De dónde viene esta habilidad de los judíos para vivir o incluso sobrevivir? Pregunta Freud. De todos los pueblos de la Antigüedad que vivieron alrededor del Mar Mediterráneo, el judío, Freud recalca, es casi el único que todavía existe por su propio nombre y esencia. Desafiaron todas las persecuciones, desarrollaron rasgos especiales y, a cambio, atrajeron el odio de todos los demás pueblos. Este pueblo tiene un reaseguro especial, un tipo de optimismo que los creyentes llamarían confianza en Dios. Esta garantía, Freud propone, proviene de su creencia de que ellos están particularmente cerca de Dios y que son Su pueblo elegido.

Pueblo elegido, elevado y santificado, separado de los otros, este sentimiento de los judíos ha devenido parte de su creencia religiosa y de este modo, su fuerza. Sin embargo, ¡tras el Dios que los ha elegido está Moisés! Por lo tanto, Freud concluye: “fue un hombre, Moisés, quien creó a los judíos. A él le debe este pueblo su tenaz vitalidad, pero también buena parte de la hostilidad que ha experimentado y todavía experimenta” (Freud, 1939 [1981], p. 103).

Freud se pregunta por qué el pueblo judío es tan apegado a su Dios, al punto de ser sumisos a Él incluso cuando los maltrata: es porque junto al orgullo de ser los elegidos, la religión también les trae una representación de un Dios más grandioso. Y así, creer en este Dios les permitiría tener la sensación de ser elevados como Él.

Freud considera que la prohibición de representar a Dios y por lo tanto la veneración de un Dios que no puede ser visto, ha tenido una influencia definitiva en el pueblo judío. Espiritualidad y abstracción han tomado predominancia frente a lo sensorial. Moisés le ha dado al pueblo judío el orgullo de ser el elegido y la desmaterialización del Dios ha agregado el orgullo de ser superiores a aquellos que han quedado entrampados en la sensorialidad.

Para Freud, la tenacidad y perseverancia del pueblo judío son rasgos esenciales y significativos de su gente, inseparable de su historia. Para él, lo que es el origen de esta perseverancia es su relación a la escritura. La escritura mantiene a su pueblo vivo. Este es el resultado de la desmaterialización de la religión judía, es decir, la prohibición de la imagen y la primacía del texto, como lo desarrolla a lo largo del Moisés en 1938. La historia del Rabino Jochanan Ben Zakkaï es repetidamente relatada por Freud en sus correspondencias varias y también en el Moisés.

Así, Freud, el 30 de noviembre de 1938, exiliado en Londres por la persecución de los nazis, escribe en una carta a Jacob Meitlis, un miembro del comité YIVO (Yiddish Scientific Institute):

We Jews have always been able to respect spiritual values. We have preserved our unity through ideas, and it is to this unity that we owe our survival until this present day. The fact that Rabbi Jochanan Ben Zakkaï, immediately after the destruction of the Temple, obtained the permission from the conqueror to establish the first academy of Jewish studies in Jabneh, for me has always been one of the most significant manifestations of our history. Once again, our people are facing dark times, which require us to join forces in order to preserve all our culture and science unharmed during the current severe storms. [Nosotros los judíos siempre hemos sido capaces de respetar los valores espirituales. Hemos preservado nuestra unidad mediante ideas, y es a esta unidad a la que le debemos nuestra supervivencia hasta el día de hoy. El hecho de que el Rabino Jochanan Ben Zakkaï, inmediatamente después de la destrucción del Templo, obtuvo el permiso del conquistador de establecer la primera academia de estudios judíos en Yavne, para mí ha sido siempre uno de los hechos más significativos de la historia. Una vez más, nuestro pueblo está enfrentando tiempos oscuros, que requieren unir nuestras fuerzas para preservar ilesas toda nuestra cultura y ciencia durante las severas tormentas actuales]. (Freud, 1983, p. 240)

Esta posición de Ben Zakkaï ―la aceptación del yugo de los romanos y la apertura de la escuela en Yavne como único reclamo― condensa lo que hace al judío para Freud. En un tiempo en el que los judíos eran perseguidos y asesinados por casi toda Europa, nos recuerda que la resistencia judía se manifiesta en la transmisión de la ciencia y de su escritura, cualquiera sea el costo.

En 1939, le da instrucciones a su hija Anna Freud de que lea en el congreso de Psicoanálisis de París este pasaje sobre Ben Zakkaï, al que no puede asistir por su condición de salud. Pero esta idea ya estaba presente en 1886 cuando le escribió a Martha:

And historians say that if Jerusalem had not been destroyed, we Jews would have disappeared like so many other people before and after us. It was only after the destruction of the visible temple that the invisible edifice of Judaism could be built. [Y los historiadores dicen que, si Jerusalén no ha sido destruida, nosotros los judíos habríamos desaparecido como tanta gente antes y después de nosotros. Fue solo después de la destrucción del templo visible que el edificio invisible del judaísmo podría ser construido]. (Freud, 1979, pp. 29-31)

Lo invisible, que da lugar al edificio y a la perseverancia del judaísmo, deja un lugar central para el significante, y esos son los significantes que se han transmitido y se continuarán transmitiendo de generación en generación.

Volvamos ahora a lo que Freud le escribió a su hijo: “Es algo auténticamente judío no renunciar a nada y reemplazar lo que se ha perdido” (Freud, 1938 [2012], p. 242). La tenacidad y la resistencia del pueblo judío que Freud atribuye a la posición del Rabino Jochanan Ben Zakkaï, vierte luz sobre aquella cita. Después de la destrucción del Templo, Ben Zakkaï remplazó lo que se había perdido ―a saber, la patria, el Templo― con el estudio de la escritura y su transmisión. En esta sustitución o reemplazo al que Freud se refiere, está la pregunta por saber cómo lidiar con la pérdida, con la realidad, y por la lucha para clarificar el propio deseo, sin ilusión ni desesperación. La vida y obra de Freud dan testimonio de esta posición. Freud no cayó en la cobardía cuando fue confrontado con el antisemitismo al entrar en la universidad. Hizo todos los esfuerzos para prevenir al psicoanálisis de quedar como un “asunto judío”, presa del antisemitismo. Publicó sus tesis sobre la sexualidad infantil con el costo de una terrible soledad. Incluso publicó el Moisés contra todo buen pronóstico. Estos elementos son los que contornean lo que Lacan define como una posición ética: “Propongo que de la única cosa de que se puede ser culpable, al menos en la perspectiva analítica, es de haber cedido en su deseo” (Lacan, 1959-1960 [2007], p. 379).

Esencial pero inaccesible identidad judía

Es innegable que lo relativo al judaísmo en Freud es una materia de constante preocupación para él. Sus respuestas están siempre teñidas con un sentido de que algo en esta noción del judío permanece inaccesible al análisis. Esto es lo que dice en el Prefacio a la edición hebrea de Tótem y tabú:

                       

Ninguno de los lectores de este libro podrá ponerse con facilidad en la situación afectiva del autor, quien no comprende la lengua sagrada, se ha enajenado por completo de la religión paterna —como de toda otra—, no puede simpatizar con ideales nacionalistas y, sin embargo, nunca ha desmentido la pertenencia a su pueblo, siente su especificidad de judío y no abriga deseos de cambiarla. Si se le preguntara: “¿Qué te queda entonces de judío, si has resignado todas esas relaciones de comunidad con tus compatriotas?”, respondería: “Todavía mucho, probablemente lo principal”. Pero en el presente no podría verter eso esencial con palabras claras. Es seguro que alguna vez lo conseguirá una intelección científica. (Freud, 1913 [2008], p. 9)

 

Reiteró este punto en una carta a Barbara Low, cuñada de Eder, escrita en 1936 en ocasión de la muerte de David Eder, su amigo y primer discípulo en Inglaterra: “we were both Jews and knew of each other that we had in common within us this miraculous thing which, still inaccessible to any analysis, makes the Jew [éramos los dos judíos y sabíamos el uno del otro que teníamos en común esta cosa milagrosa que, aun inaccesible para cualquier análisis, hace al judío]” (Freud, 1979, p. 29-31).

Es sorprendente saber que la persona que inventa el psicoanálisis tropieza con esto y sigue siendo incapaz de definir qué hace al judío. ¿Qué es eso que Freud elude y por qué esa pregunta no lo deja en paz?

 

Freud, un judío ateo, no sin la Biblia

 El Moisés de Freud de Yosef Hayim Yerushalmi (1991) toma una posición y nos permite avanzar en nuestra reflexión de la relación de Freud con el judaísmo y la ciencia. En este libro, no solamente hay un real cuestionamiento sobre lo que es lo judío en Freud sino también del judaísmo. Exploró cada pieza escrita por Freud e incluso relevó sus obras inéditas.

Yerushalmi cuestiona la tesis de Freud en El Moisés. La tesis de Freud postula que para que una tradición perdure, debe haber sufrido el destino de la represión; no puede fundarse en la comunicación. Pero lo que Freud agrega a esto es sorprendente, es su idea de una concordancia entre el individuo y las masas; en las masas, como en los individuos, las memorias del pasado permanecen impresas en los “rastros de memoria inconscientes”, rastros de memoria que conciernen a la experiencia de vida de generaciones anteriores. ¿Por qué Freud insiste en mantener una tesis que no se sostiene ―pregunta Yerushalmi― especialmente ante el hecho de que la herencia del carácter adquirido ya fue cuestionada por los científicos?

Para él, esta obstinación refleja lo que él llama el “lamarckismo” de Freud. El vínculo entre lamarckismo y la condición judía (Judeity) se expresa en el hecho de que, para muchos judíos, ya sea asimilado o fiel, el pasado judío siempre ejercería una fuerza de atracción en forma de pertenencia o de un peso a soportar. Yerushalmi se pregunta qué es el Lamarckismo Judío sino:

This deep conviction that, for better or worse, a Jew cannot really cease to be a Jew, not only because he is subjected to anti-Semitism […] and even less so because of the chain of tradition, but because his fate as a Jew was sealed a long time ago by his fathers and he still feels its obscure vibration even in his blood today. [Esta profunda convicción de que, para bien o para mal, un judío no puede realmente dejar de ser un judío, no sólo porque está sujeto al antisemitismo (…) y menos aún por la cadena de la tradición, sino porque su destino como judío fue sellado hace mucho tiempo por sus padres y él todavía siente incluso hoy su oscura vibración en su sangre]. (Yerushalmi, 1991, p. 76)

Yerushalmi cita un pasaje de una carta de Freud a Arnold Zweig, del 8 de mayo de 1932, en donde esta visión puede ser ilustrada:

 

We come from there […] our ancestors lived there for half a millennium, perhaps a whole millennium […] and it is impossible to say what we took as a legacy from our stay in this country in the blood and in the nerves […].  [Nosotros venimos de ahí (…) nuestros antepasados vivieron allí durante medio milenio, tal vez todo un milenio (…) y es imposible decir lo que tomamos como legado de nuestra estadía en este país en la sangre y en los nervios].  (Freud Y Zweig, 1973, p. 75)

También encontramos en Moisés la idea del carácter de los judíos forjado por la religión judía durante siglos: “según fidedignas noticias, ya se comportaban del mismo modo que hoy en épocas helenísticas. Por lo tanto, el judío ya estaba plasmado entonces” (Freud, 1937-1939 [1991], p. 102).

Aunque los biólogos nieguen la transmisión del carácter adquirido o que esta tesis lo acerque peligrosamente al inconsciente colectivo de Jung, Freud no se detendría. Esta terquedad es muy instructiva para Yerushalmi. Por un lado, le permite a Freud cerrar la brecha entre la psicología individual y la psicología colectiva, pero lo más importante, nos permite afirmar que, pase lo que pase, uno no puede dejar de ser judío, está en el destino sellado por siglos. En otras palabras, Yerushalmi señala que, según Freud, un judío no deja de ser judío, aunque sea ateo.

La Biblia, el mandato del padre

Lo que nos interesa particularmente en el trabajo de Yerushalmi es que demostrará que Freud había recibido una educación religiosa mucho mayor de lo que afirmó. Y esta transmisión judía que recibió fue a través del estudio de la Biblia, en otras palabras, por el texto y su interpretación. Yerushalmi demuestra que Freud lee la Biblia, puede leer hebreo y está familiarizado con la tradición judía.

Freud presentó una imagen de su judaísmo en la infancia basada en tres puntos: ha recibido únicamente educación religiosa muy rudimentaria; la práctica religiosa en el hogar, en forma pura, se mantuvo al mínimo mientras crecía; no habla hebreo ni Yiddish. Nunca ha aprendido ninguno de ellos (Yerushalmi, 1991, p.127).

Ahora, tomando las anécdotas y alusiones de Freud que hace en su correspondencia privada, Yerushalmi presentará un Freud completamente distinto. Un ejemplo de sus muchos hallazgos, testifica el perfecto conocimiento que Freud tiene de la Biblia. En una carta del 23 de Julio de 1880, el día antes de un examen, Freud le dice a su amigo Carl Koller que todavía no había comenzado a revisar los materiales:

I have decided to forget about pharmacology… and instead to review this interesting topic at my leisure after the holidays. But Wednesday afternoon merely twentyfour hours after I made that decision, I rejoiced; the satanic laughter of hell erupted in my ears, the clamor was great in Israel, and my best friends sang the funeral song, «Don’t say it in Askelon. Don’t shout it out in the streets of Gath,» which was sung at the death of Saul and Jonathan. Hence, I have decided to sink yet another twelve hours into the throes of pharmacology [He decidido olvidarme de la farmacología… y en su lugar revisar este interesante tema en mi tiempo libre después de las vacaciones. Pero el miércoles por la tarde solo veinticuatro horas después tomé esa decisión, me alegré; la risa satánica del infierno estalló en mis oídos, el clamor fue genial en Israel y mis mejores amigos cantaron la canción del funeral, “No lo digas en Askelon. No grites en las calles de Gath” que se cantó por la muerte de Saul y Jonathan. Por lo tanto, he decidido hundirme otras doce horas más dentro de la agonía de la farmacología]. (Freud, 1966, p. 260)

Freud no solo cita el verso de memoria, sino que también entiende su contexto. Como señala Yerushalmi, Freud lo cita de nuevo diecisiete años después en una carta a Fliess escrita el 21 de septiembre de 1897, cuando le cuenta sus dudas sobre su teoría de la seducción:

It’s also curious that I don’t feel sheepish, which would seem natural. Of course, I shall not tell it in Dan, nor speak of it in Askelon, in the land of the Philistines – but your eyes and my own, I have more sense of victory than of defeat [También es curioso que no me sienta avergonzado, lo que parecería natural. Por supuesto, no lo diré en Dan, ni hablar de eso en Askelon, la tierra de los filisteos ― pero tus ojos y los míos, tengo más sentido de la victoria que de la derrota]. (Yerushalmi, 1991, pp. 130-131, en itálicas en el texto original)

Lo que Yerushalmi encontró notable es que Freud no solo usa esa expresión bíblica como un proverbio que resuena con la idea de no develar un secreto, sino que también lo hace en perfecta conexión con el contexto histórico de esa expresión. En otras palabras, el duelo de Saul y Jonathan es una metáfora del duelo de su teoría de la seducción y también del duelo de su padre.

Pero el elemento central que permitirá a Yerushalmi deducir que Freud recibió efectivamante educación judía, es la dedicatoria que Jakob Freud le puso a la Biblia que le ofreció a Sigmund Freud, su hijo. Todo el argumento de Yerushalmi se basa en esta dedicatoria. No solo le permite decir que hubo una transmisión de Jakob a Sigmund, sino también interpretar el efecto subjetivo que esta dedicatoria tuvo en Freud hacia el final de su vida. Yerushalmi relata este periodo crucial entre Freud y su padre, cuyo alcance considera nunca fue evaluado adecuadamente. Es 1891 y Jakob Freud ofrece a Freud, o más bien devuelve la Biblia de su juventud para su cumpleaños número 35. La dedicatoria de Jakob no está escrita en alemán, sino en hebreo, un hecho, para Yerushalmi, que prueba que Freud podía leer el hebreo.

Nos tomemos un momento ahora para saborear esta dedicatoria escrita en un hermoso idioma. Yerushalmi, conocedor de la Biblia y del Talmud, comenta casi exhaustivamente las reglas del Midrash en este texto. Citemos ahora este precioso documento:

A son who is dear to me, Shlomo. In the seventh year of your life, the Spirit of the Lord began inspire you. He spoke within you: ‘Go, read the Book, I have written’ and there will burst forth for you the fountains of discernment, knowledge and understanding. The Book of Books: Behold it! Therein sages delved and lawgivers learned knowledge and justice. A vision of the Almighty you perceived; you hearkened and ventured; you achieved and soared on the wings of the spirit. Since then the Book has remained in reserve, like fragments of tablets in any ark with me. Toward the day there would be completed your thirty-five years. I put upon it a new leather covering. Then I named it “Spring up, O well – sing unto it” and I am presenting it before you as an offering of a memorial, a remembrance of love who loves you with an everlasting love [Un hijo que es querido para mí, Shlomo. En el séptimo cumpleaños de tu vida, el Espíritu del Señor comenzó a inspirarte. Él habló dentro de ti: “Ve, lee el libro, que he escrito” y te abrirán las fuentes del discernimiento, conocimiento y compresión. El Libro de los Libros: ¡He aquí!  Allí sabios ahondaron y los legisladores aprendieron conocimiento y justicia. Una visión del Todopoderoso que percibiste; has escuchado y te has aventurado; lo lograste y te disparaste en las alas del espíritu. Desde entonces el Libro ha permanecido en reserva, conmigo como fragmentos de tablas en cualquier arca. Hacia el día en que se completarían tus treinta y cinco años. Le puse una nueva cubierta de cuero. Luego lo llamé “Sáltale, o bien ― cántale” y lo estoy presentando ante ti como una ofrenda de un memorial, un recuerdo del amor que te ama con un amor eterno].

Jacob son of R. Shlomo Freud.

En la ciudad capital de Viena, 29 Nisan [5] 651, May 6th [1]891 (Yerushalmi, 1991, pp. 139-140)

El punto más importante, finalmente, y el más preciado, no es solo lo que la dedicatoria dice sino la manera en que el mensaje es dicho. Está escrito en Melitzah, por ejemplo, compuesto de expresiones de la Biblia, literatura rabínica o liturgia. Esta técnica literaria fue ampliamente utilizada por poetas y escritores en prosa en el idioma hebreo desde la Edad Media hasta el Haskalah[3]. Yerushalmi nos recuerda que la peculiaridad de Melitzah es que cada palabra se refiere al contexto del que se extrae, por lo que para él lo pertinente es visitar las fuentes a las que alude Jakob Freud, ya sea directa o indirectamente.

Sigamos la demostración de Yerushalmi. “Hijo que es querido para mí”, así como la siguiente frase “Con amor eterno te he amado” son expresiones del libro de Jeremías (Biblia, Capítulo 31, Versículo 3). Ahora, en Jeremías, el hijo amado es Efraín. Por lo tanto, el contexto de este Melitzah es Efraín, una figura emblemática de las tribus perdidas de Israel. El profeta insinúa la posibilidad del retorno y la reconciliación de las tribus con Dios el Padre. ¿Cómo no pensar que Jakob Freud tenía este contexto en mente? El significado subyacente de esta dedicatoria, en este caso, sería un llamado al retorno y la reconciliación, un llamado de Jakob Freud a su hijo para que reanude su Biblia y vuelva a su lectura. Es este hilo común el que guía la lectura de Yerushalmi. Sigamos:

In the seventh year of your life, the Spirit of the Lord began to inspire you and spoke within you: “Go, read the Book […] You had a vision of the Almighty, you perceived; you hearkened and ventured; you achieved  and soared on the wings of the Spirit  [En el séptimo año de tu vida, el Espíritu del Señor comenzó a inspirarte y habló dentro de ti:» Ve, lee el Libro (…) Tuviste una visión del Todopoderoso, lo percibiste; lo escuchaste y te aventuraste; lo lograste y te elevaste en las alas del Espíritu]. (Yerushalmi, 1991, p. 139-140)

Estas palabras aluden al momento en que Freud comenzó a estudiar la Biblia. “Since then, the Book has remained in reserve, like fragments of tablets in an ark with me»: When Freud left his father’s house, he left his Bible in bad shape, like the broken tables. When his son turns thirty five, Jakob decides to give it back to him and cover it with «a new leather covering» [Desde entonces, el Libro ha permanecido en reserva, como fragmentos de tabletas conmigo en un arca”: Cuando Freud salió de la casa de su padre, dejó su Biblia en mal estado, como las mesas rotas. Cuando su hijo cumple treinta y cinco años, Jakob decide devolvérsela y cubrirla con “una nueva cubierta de cuero]” (Yerushalmi, 1991, p. 140).

En 1933, Hitler toma el poder y los nazis comenzaron a cazar y perseguir a los judíos y al psicoanálisis. A finales de 1934, Freud completa el primer borrador del Moisés. Para Yerushalmi, es a través de este libro que Freud cumple el mandato del padre que había recibido a la edad de treinta y cinco años, y decide escribir su primer y único libro judío para responder a la pregunta de qué lo hace judío. En Moisés, Freud vuelve al estudio de la Biblia y habla más abiertamente sobre la cuestión judía, sobre qué hace que los judíos sean lo que son. Yerushalmi encuentra la confirmación de su hipótesis en un artículo escrito por Freud titulado Presentación Autobiográfica:

Más bien me movía una suerte de apetito de saber, pero dirigido más a la condición humana que a los objetos naturales; tampoco había discernido el valor de la observación como medio principal para satisfacer ese apetito. Mi temprano ahondamiento en la historia bíblica apenas hube aprendido el arte de leer tuvo, como lo advertí mucho después, un efecto duradero sobre la orientación de mi interés. (Freud, 1992, p. 8)

La primera parte de este artículo fue escrita en 1924, el año de la primera edición de este texto; el segundo, en cursiva, se agregó en 1935. Es solo entonces, al escribir el Moisés, que Freud reconoce públicamente la influencia del estudio de la Biblia en él. Es este punto preciso lo que hace que Yerushalmi argumente que el Moisés representa un cumplimiento tardío del mandato del padre. Con este libro, afirma, Freud obedece a su padre, se sumerge nuevamente en el estudio de la Biblia, pero su propia interpretación le permite mantener su independencia. No hay una verdad material en la Biblia, pero Freud está encantado de descubrir una verdad histórica en ella (Yerushalmi, 1991, p. 151).

Yerushalmi concluye su libro con un “Monólogo con Freud”. De manera talmúdica, se dirige a Freud con la expresión ledidah, que significa “en su opinión, según usted”, y le recuerda lo que Abraham le había escrito en una carta el 11 de mayo de 1908: “The Talmudic way of thinking cannot just suddenly disappear from us (…) in the technique of the apposition and in all its composition, your book on wit was quite Talmudic [La forma de pensar talmúdica no puede desaparecer repentinamente de nosotros (…) en la técnica de la aposición y en toda su composición, su libro sobre el ingenio era bastante talmúdico]” (Freud y Abraham, 2006, p. 73).

En este monólogo, Yerushalmi revisita su tesis de una tradición que se transmite a través del inconsciente de un grupo. Le demuestra a Freud que esta tesis es inadmisible por un lado porque contradice la evidencia científica de la genética moderna, pero especialmente por las diferencias fundamentales entre la memoria individual y la memoria colectiva. La historia se transmite porque algunos no olvidan, incluso si son pocos, y continúan transmitiendo incluso a un pequeño número de personas. Freud mismo señala esto al afirmar que los levitas se mantuvieron fieles a su maestro, Moisés, y que preservaron su memoria y sus enseñanzas. Por lo tanto, viene la pregunta de Yerushalmi a Freud: ¿por qué abandona la transmisión de los rastros de memoria de los Levitas en favor de una “herencia arcaica”? (Yerushalmi, 1991, p. 168).

Para Yerushalmi, esto es lo que le permite a Freud afirmar ser un «judío» sin judaísmo. Dado que, si es cierto que un carácter nacional puede transmitirse independientemente de una comunicación o la influencia de la educación, entonces significa que “lo judío” puede transmitirse independientemente del judaísmo y que la primera es interminable, incluso si el segundo ha terminado. Él destila esta idea en la siguiente frase: la condición judía (Judeity) interminable incluso si el judaísmo ha terminado (Yerushalmi, 1991, p.168).

Conclusión

Lacan nos dice que el judío, desde el regreso de Babilonia, es el que sabe leer, «que de la letra toma distancia con su palabra, encontrando allí el intervalo, justo para servirse allí de una interpretación» (Lacan, 1970 [2012], p. 451). Es una separación entre lo escrito y lo hablado, lo que da como resultado la posibilidad de una interpretación. En ausencia de su territorio, el texto junto con el lenguaje y las escrituras son la perpetuidad del pueblo judío. Esto se ilustra con el acto de Ben Zakkai, que es tan esencial para Freud.

Sin embargo, hemos descubierto que Freud, paradójicamente, también aborda esta transmisión a través de la herencia arcaica, lo que llevó a Yerushalmi a una interpretación de lo que Freud dice del judaísmo, la condición judía (Judeity) se ha adquirido durante siglos y, por lo tanto, ya no depende del judaísmo.

Se puede entender una lectura diferente de esta llamada «herencia arcaica» utilizando conceptos lacanianos. Lo que Freud llama herencia arcaica es un discurso. Es el lenguaje que permite la transmisión del habla. La hipotética solución biológica de Freud ya no es un problema desde el concepto de discurso, ya que el inconsciente colectivo es el lenguaje, ya que las declaraciones se depositan en el lenguaje. En consecuencia, lo que transmite el judaísmo es un discurso que pasa por la gramática, el vocabulario, la evolución etimológica, con palabras que desaparecen y otras que se inventan. Somos seres de discurso y un discurso nos construye. La realidad de Freud era que estaba atrapado entre su relación con la ciencia, que era fundamental para él por un lado y, por otro, su relación con el discurso judío. Freud, como psicoanalista, trabaja con el tema del lenguaje, y es por esta razón que no pudo ignorar su cuestión con lo judío, que no pudo barrer el discurso transmitido por el judaísmo. Aquí tenemos una respuesta a esta pregunta sobre la identidad judía, que no dejó a Freud en paz hasta que, a su vez, pudo transmitir algo a la posteridad.

Lo que llama la atención de este encuentro entre el discurso judío y la ciencia es que la fe queda excluida en ambos casos. No se trata de la fe en el judaísmo, sino de un texto, una transmisión, una ley, una ley escrita, un hecho que tiene toda su importancia ya que dará lugar a una interpretación muy importante de los textos que aún perdura hasta hoy. En el judaísmo es una cuestión de interpretación, desencriptación y de combinatoria. Como señala Lacan (2007) una de las peculiaridades del pueblo judío es la de participar en juegos y debates interpretativos, que le proporcionan satisfacción.

Sin embargo, es fundamental señalar la distinción entre “lectura” y “descifrado científico”. La interpretación, en la tradición judía, se encuentra en la brecha entre lo escrito y lo hablado. Es decir, que la dimensión del sujeto, de la subjetividad, está presente en la interpretación, a diferencia del descifrado matemático, por ejemplo. La lectura en el sentido de Lacan, incluye lo “hablado” y por lo tanto el sujeto. La brecha entre el discurso y la escritura permite la interpretación, y nunca se basará en la certeza. La duda sólo puede persistir en la brecha y la interpretación nunca resolverá la falta de ser del sujeto.

Digamos que esto es a lo que Freud se enfrenta. Por un lado, lo que le ha sido transmitido por el judaísmo lo coloca del lado del libro y no del lado de la fe o la imagen. Esta tradición, esta relación con el texto le permite inventar el psicoanálisis y acercarlo a la ciencia. Pero, por otro lado, no deja de esperar que la ciencia pueda resolver lo que es inaccesible para el ser-hablante, que sigue siendo indescifrable. Por lo tanto, nunca deja de esperar que la ciencia pueda reemplazar a la religión. Espera que el judaísmo sea un día accesible al entendimiento científico. Tal vez eso es lo que acerca a Freud a la ciencia. Reemplaza la fe por la ciencia. Se basa en la ciencia para dar sentido a las cosas de la vida.

Este encuentro entre el discurso judío y la ciencia podría ser ilustrado por la obstinación de Freud en usar la ciencia para confirmar sus suposiciones sobre Moisés. Publicó su Moisés contra todo pronóstico, y aunque sus hipótesis no fueron de ninguna manera validadas por los historiadores o científicos. Para Freud: “Una contradicción no es todavía una refutación (…) no soy etnólogo, sino psicoanalista. Tenía el derecho de espigar entre la bibliografía etnológica aquello que pudiera utilizar para el quehacer analítico” (Freud, 1937-1939 [1991, p. 127).

Cuando le dijeron que el propio Sellin[4] dudaba de su hipótesis sobre el asesinato de Moisés, respondió: “Nevertheless, his hypothesis was correct.» [Sin embargo, su hipótesis era correcta]” (Yerushalmi, 1991, p. 158).

Lo que le interesa a Freud no es la verdad material, sino la verdad tal como se transmite a través del lenguaje. Él cree en lo que se transmite y le da valor científico.

Esta nos parece una de las posibles diferencias entre la fe en la religión y la fe en los significantes, sobre todo porque creer en el inconsciente freudiano no anula en absoluto la responsabilidad del sujeto. Al contrario, el inconsciente permite la aparición de la responsabilidad del sujeto.

Notas

[1] N. de T.: El equipo de traducción de LAPSO no dispone de algunas de las versiones en español de las fuentes utilizadas por la autora. Para esos casos, se eligió dejar la cita en inglés junto con la traducción propia. En la lista de Referencias Bibliográficas el lector encontrará las fuentes que utilizó originalmente la autora.

[2] N. de T.: La autora usa el vocablo inglés Judeity cuya traducción literal no existe en nuestro idioma, aunque en obras de diversos autores puede encontrarse el neologismo judeidad. Sin embargo, hemos elegido “condición judía” guiándonos por la publicación del Lacan Cotidiano Nro. 822 en el que hay un texto de la autora sobre el mismo tema y se ha optado por aquella: http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-822.pdf

[3] El Haskalah es una escuela de pensamiento que se extendió desde el siglo XVIII hasta el XIX. Influenciado por la Ilustración, abogó por la adquisición de una cultura general, acercar a los judíos y los pueblos anfitriones, y el aprendizaje del idioma del país anfitrión y también el hebreo.

[4] Freud se basa en Sellin para afirmar que Moisés fue asesinado por su pueblo.

Referencias

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