El lugar del psicoanálisis frente a una “psicología para todos”
JUAN FRANCISCO ROBLES
De ningún modo es posible psicoanalizar la actualidad.
Sin embargo, creo que lo que podemos hacer, cuando
estamos al tanto del psicoanálisis, es leerla.
(Jacques-Alain Miller; 2003)
¿Es acaso esto una novedad?
¿Nos vemos enfrentados a la primera pandemia de la historia? No.
¿Estamos frente a la primera pandemia del siglo XXI? Tampoco.
Sin embargo, esto no impide que la aparición y expansión mundial del virus COVID -19 se presente bajo la forma “de lo terrorífico, de lo que excita angustia y horror” (Freud; 1919) es decir como algo que habiéndonos sido familiar se vuelve ahora extraño, ajeno.
Numerosos son los debates acerca del impacto económico que esta pandemia ha causado en los principales mercados del mundo y sobre el futuro de la economía una vez que el virus esté bajo control. Es más, hay países que aún no han adoptado medidas preventivas serias dirigidas a la población en pos de asegurar el desarrollo y sostenimiento económico.
Pese a esto, el interés del presente escrito estriba un poco más allá de cierto análisis económico general.
En Argentina el día 3 de marzo se confirmó el primer caso positivo de coronavirus. Transcurrido una semana, el Gobierno Nacional adoptó como medida el aislamiento social, preventivo y obligatorio, que busca evitar y/o reducir el nivel de exposición de la población al virus hasta que la medicina brinde una respuesta –vacuna- que atente contra éste. Además, dicha medida pretende disminuir las posibilidades de que el sistema sanitario colapse y que las intervenciones profesionales se rijan por decisiones éticas de cada uno.
Ahora bien, ¿que implica la cuarentena obligatoria? O en otras palabras, ¿qué implica para cada uno la cuarentena obligatoria? Con la presencia del virus y el devenir de la cotidianeidad a la formalización del tiempo y la circulación limitada en los espacios habituales, no solo acontece el malestar por el cuerpo debido a la posibilidad de perder el control sobre él, sino que también emergen sentimientos de extrañeza respecto a los vínculos y el tiempo.
A través de la elaboración e implementación de las medidas preventivas, el sanitarismo tiende a la homogeneización de “todos posibles víctimas”. Es preciso remarcar que esto no constituye una crítica a esta tendencia, por el contrario, adquiere un carácter fundamental en el contexto tan particular por el que estamos atravesando. Sin embargo, en lo que respecta a la psicología no son pocos los consejos que, basados en ciertos modelos teóricos (por ejemplo, cognitivo – comportamental) se presentan como consignas a respetar para atenuar los efectos propios del aislamiento obligatorio, y del miedo y la angustia a raíz de la llegada del virus a nuestras ciudades; es decir ejercicios que taponan la experiencia subjetiva frente a esta pandemia bajo la forma de “una psicología para todos”.
Entonces, ¿qué lugar le damos a la emergencia de sensaciones como angustia, incertidumbre, desorientación, impotencia, desamparo, pánico, fobia que tiene cada sujeto para afrontar esta situación? Además, ¿por qué creer que esta coyuntura social es experimentada por todos de la misma manera?
Ante estos interrogantes se torna indispensable la presencia del psicoanálisis en tanto permite recuperar la singularidad de cada uno frente al sintagma “todos posibles víctimas”. Para el practicante del psicoanálisis es sabido que la angustia se presta como afecto posible que no engaña y que “a partir de la angustia se puede tomar cualquier orientación” (Lacan; 1962). La angustia es una señal, una respuesta defensiva frente a algo inesperado que irrumpe y que se siente como amenaza y que, si se presenta, no es para engañar sino más bien para despertar. Por eso la importancia de alojarla, junto a todos los afectos mencionados, frente al fracaso de la biopolítica que, a pesar de resguardar los cuerpos productores del capital y del consumo, forcluye lo diferente (Gómez; 2009).
El no-lugar que desde estos consejos psicológicos se le da a la experiencia de cada uno, implica el acto más radical de segregación para el sujeto ya que se ve negado a su palabra, a lo que él tiene para decir, se ve excluido de su reconocimiento simbólico. Es imprescindible entonces una disposición a escucharlos, una política propia del psicoanálisis que, lejos de segregar, vivifique.
Me parece oportuno retomar aquí el interrogante de Lacan (1967) en su “Alocución sobre las psicosis del niño” acerca de “cómo los analistas, vamos a responder al problema de la segregación puesta a la orden del día” (p.383) Creemos que el camino, como practicantes del psicoanálisis está en hacer de la angustia nuestra brújula, ya que “a fin de cuentas- y ésta es la verdadera sustancia de la angustia – es ese lo que no engaña”(Lacan;1962).