Cuarentena: lo nuevo y lo de siempre en la práctica con niños

MARÍA ALUMINÉ MATTANA

La situación de emergencia sanitaria nos condiciona, por un tiempo, a no poder trabajar en el consultorio. Se produjo una conmoción en la vida ordinaria de todos. Primero un tiempo de suspensión en mi caso, luego y en el lazo con otros, el empezar a preguntarme cuales iban a ser los modos de sostener las transferencias de los pacientes que hacía tiempo estaban trabajando conmigo. Ubico entonces por lo menos dos tiempos de esta situación hasta ahora, el del impacto y el de empezar a decir algo de eso. Hizo falta tiempo después del impacto para ponerme a escribir esto. 

¿Qué pasa con la práctica en este tiempo? ¿Cómo pensar lo nuevo, y lo de siempre?

Primero distinguiré que hay “lo nuevo” en los casos, en cada uno; también hay “lo nuevo” en la práctica y en la propia formación como practicante. Y hay “lo de siempre”, también en cada caso y en la práctica.

Está el encuentro con lo real que viene a desbaratar las coordenadas imaginarias y simbólicas e interrumpir los ejes de tiempo y espacio, su orden y desenvolvimiento, el de la vida cotidiana. Esto es para cada uno. A esto que emerge lo pienso como “lo nuevo”. Y está “lo de siempre”, el modo de funcionamiento, lo que está instalado, lo que insiste, el automatón. Del lado de lo de siempre pondré al fantasma y no solo el del paciente.

Tomaré un punto dentro de los muchos puntos que podrían tocarse de la clínica, y es el tema de la demanda, en especial en la práctica con niños.

La virtualidad no era algo que no estuviera presente en mi práctica con niños, en algunos casos el uso del celular o la computadora eran un medio de trabajo. De vez en cuando, la pantalla y los videos han permitido crear escenas a modo de juego, como una vía más para armar ficciones que posibilitaban ciertas intervenciones en la posición de goce de algunos niños. En este sentido el uso de lo virtual no es sorpresa. Lo que “es de siempre” es que lo que sostiene los tratamientos es la transferencia, no solo la de los niños, sino también la de los padres.

En el inicio de la cuarentena, el impacto me invadió, un tiempo de suspensión en la que quedó interrumpida la llegada al consultorio y las decisiones acerca de cómo seguir. Me preocupaba que, con algunos, quedara interrumpido el tratamiento.

He aquí la novedad, en medio de la cuarentena sin ser yo la que tomara la iniciativa, en medio de la imposibilidad de volver al consultorio, y del desorden de los tiempos y de lo cotidiano, recibo llamados de algunos padres de niños que atiendo, pidiendo retomar los encuentros. En algunos casos parece que el que los niños queden demasiado tiempo en sus casas, fuera de otras actividades como la escuela, danza, fútbol, cumpleaños de otros, etc desacomoda algo del funcionamiento de los adultos. En algunos casos, el contacto próximo entre niños, madres y padres suele ser lo peor. Ni hablar de este tiempo en que la modalidad de la escuela virtual hace que las madres tengan que tomar la función de maestras de sus hijos…

Para esos llamados de quienes pedían continuar los encuentros, ¿Cómo garantizar la privacidad de un niño si el tratamiento se sostenía desde su casa? La privacidad del consultorio es algo que viene bien para algunos y asegura ciertas distancias.

Y me encuentro con lo nuevo en lo de siempre, lo nuevo es el desafío de trabajar con algunos pacientes mientras están en sus casas, donde la intimidad no está asegurada, tampoco la libertad para decir lo que quieren sin ser corregidos o interrumpidos por sus padres. ¡Las intervenciones del practicante también pueden ser escuchadas! Sin embargo, aún sin garantías de que el trabajo fuera a funcionar, decido decir que sí.

Me sorprendo al constatar que hay niños que buscan espacios donde no haya otros en el momento de tener las sesiones y es con ellos con quien programo los días y horarios de la próxima sesión. A veces, las situaciones propias del funcionamiento del hogar se cuelan en las sesiones y aparecen nuevas oportunidades de seguir interviniendo sobre los modos de goce, no solo con los niños. Lo de siempre es también, que el tiempo de la sesión, aunque el encuentro sea por otros medios, sigue funcionando como espacio de distancia entre adultos y niños.

Otra novedad: Me he encontrado con el pedido de niños mediatizados por llamados de adultos, para comenzar un tratamiento en tiempos de cuarentena. Lo primero que apareció fue mi negativa a recibir una primera entrevista de una forma que no fuera presencial posponiendo los encuentros. Hizo falta un tiempo para decidir retomar esos llamados e invitar a que tuviéramos esas primeras entrevistas con los medios virtuales, lo posible dentro de lo imposible, invitación que fue aceptada. Entrevistas con padres y entrevistas con niños. ¿Cómo podría haber contraindicación a recibir una demanda? ¡Sobre todo si es hecha por el propio niño!…

 ¿Qué es lo de siempre acá? La demanda. El malestar que puede emerger en cualquier momento y que siempre es uno por uno. ¿Qué es lo nuevo para mí? Que el trabajo con un niño pueda continuar sin el encuentro de los cuerpos en su materialidad, y lo inédito entre lo nuevo es que un tratamiento pueda ¡empezar! de esta manera. Lo nuevo para mí son los medios, el tiempo, y el espacio con los que tuve que recibir estas entrevistas.

Por suerte me sorprendí, hacía falta este contexto para tomar dimensión de que la resistencia para hacer lugar a una demanda fueran por los medios que fueran, era mía…

Referencias

  • Lacan, J. (1964). Tyche y Automaton. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Editorial Paidós. Bs As. 2013