Ciencia ficción
DAVID ALBANO GONZÁLEZ
…será necesario también, uno por uno,
contribuir a elucidar cómo deben ser elaboradas,
las prácticas de restricción colectiva a
las que consentimos, para que sean vivibles.[…] Esto supone la transparencia
de las informaciones de salud y
de las políticas que se elaboran
Eric Laurent, marzo 2020
En estos últimos días hay una sensación generalizada de “estar viviendo como en una película de ciencia ficción”. Lo que es comprensible porque lo que está ocurriendo ya lo hemos visto en el cine. Así como no sabemos cuánto de las relaciones amorosas o de amistad está determinado por las escenas de Hollywood y ahora Netflix (cuyo algoritmo se renueva y hoy propone a cada usuario audiovisuales apocalípticos que ya son tendencia sobre virus mundiales, tales como Epidemia (Wolfgang Petersen, 1995), Pandemic: How to Prevent an Outbreak (2020-) y Virus (Sung-su Kim, 2013)), tampoco sabemos cuánto lo está de las reacciones subjetivas ante esta pandemia del COVID-19. Nótese que hablo de las respuestas ante la pandemia, no al aislamiento.
Pero más allá de la sensación, podemos escuchar la literalidad en esta expresión: “ciencia ficción”, para reconocer ahí algunos efectos de verdad. Porque esta pandemia mundial está resultando, a grandes rasgos, de un entrecruzamiento de la ciencia y de la ficción.
Frente a la ciencia, tenemos el efecto de decepción ante la administración de los conocimientos aplicados a la salud que, repentinamente, queda aplastada ante un virus que en apariencia, pone en peligro a la humanidad toda. La impotencia ante la que se enfrenta el sistema de la salud, es volcada sobre la responsabilidad de los individuos. Cada uno debe cuidarse y cuidar a los otros. La fe en la ciencia da paso ahora a la salvación colectiva. Se culpa a algunos chinos de haber comido animales exóticos, que toda una cultura occidental rechaza como una costumbre indebida (si es así, ¿es “culpa” de ellos comer murciélagos y haberse infectado?). Sin embargo, hay quienes afirman que es la depredación misma del capitalismo de la mano de la ciencia la que ha generado la exposición de los seres humanos a microbios patógenos que, inofensivos para ciertas especies, no lo son en la nuestra (Le Monde Diplomatique, marzo de 2020). Entonces, lo que la ciencia al servicio del capitalismo descreyó, ahora retorna de forma devastadora.
Por otro lado, la “ficción”. A partir de las necesarias medidas sanitarias que se han ido adoptando, un efecto ha sido el del resquebrajamiento de las ficciones cotidianas que mantienen una rutina, para reinventar otras. Sin embargo, junto a esto ha habido pseudoteorías que se viralizaron aún con más eficacia que el COVID-19.
Porque sobre este fenómeno pandémico se monta una fantasía sin precedentes, dado que incluso la gripe porcina no alcanzó una virulencia como la que estamos viviendo actualmente gracias a las redes, los medios de comunicación, la prensa, las campañas de las religiones y las alarmas emitidas por la OMS. Esta fantasía de un apocalipsis que está fijado a fuego en la subjetividad humana y que, de tanto en tanto, aprovecha algún fenómeno, algún dato, para despertar con fuerza.
Por supuesto que no se trata de descreer en la pandemia, de mirar hacia otro lado, ni de desconocer sus graves consecuencias. Ni tampoco de colocar a lo que está sucediendo como algo más de lo mismo, es muy probable que se trate de un fin, ya se verá con el tiempo, de qué. De lo que se trata es de dialectizar una ficción que trae como germen. Por ejemplo, podemos atender a los números de morbimortalidad de la gripe y de la neumonía tan solo en Argentina: casi 32.000 muertes por año[1] [2]. El COVID-19 lleva al momento, veintiuno de marzo, 12.973 en el mundo, en dos meses[3], de las que en su gran mayoría pertenecen a la misma población en riesgo de la gripe y la neumonía. Es para tener en cuenta también que la tasa de mortalidad en algunos países ya está bajando. Los números son importantes, dado que se sabe que lo que se busca en reducir el contagio para que el número de “camas” (Laurent, 2020) alcance a atender a la mayor cantidad de afectados, pero por supuesto no es mi intención aquí hacer matemáticas. La idea de fin de la humanidad no parece adecuarse a estos datos estadísticos.
Lo que se devela hoy es la fragilidad de los sistemas que protegen el funcionamiento de la civilización, lo que se devela es el desamparo, la hilflosigkeit que señala Freud (1926 [2004]) como ese estado originario humano que traducimos como desamparo o desvalimiento. Señalo en esa expectativa angustiada de la idea de fin de la humanidad el desamparo que reaparece cuando las seguridades personales cotidianas caen y muestran una desnudez cruel. Así, de repente, aparece la indefensión ante la irrupción de un microbio que pone en peligro al funcionamiento del sistema tal como lo conocíamos hasta hoy. Pero no solo al sistema a nivel global, sino al sistema diario, laboral y afectivo que daba sostén a la vida individual. Hoy muchos se han quedado sin su fuente de recursos económicos y financieros, lo que realmente los aísla socialmente. Es por eso que hoy más que nunca es necesaria la presencia de un Otro ante el aislamiento.
Por otro lado, queda también por preguntarse y verificar qué huellas dejará en los lazos toda la maquinaria biopolítica que ahora pide claramente un “distanciamiento social” (aunque está claro que no lo es, se trata de un necesario aislamiento físico, ¡no social!), porque ahora el miedo no solamente se lo identifica en los otros (semejantes o diferentes), sino también en cada uno, en sí mismo.
Notas
[1] Datos disponibles en https://www.telam.com.ar/notas/202002/435411-casi-32-mil-personas-mueren-por-ano-en-argentina-por-neumonia-e-influenza.html
[2] Se puede consultar el informe de la Dirección de Estadísticas e Información en Salud aquí: http://www.deis.msal.gov.ar/wp-content/uploads/2020/01/Serie5-Nro62.pdf
[3] Aquí puede consultarse la evolución diaria mundial, su letalidad y su tasa de curación: https://elpais.com/sociedad/2020/03/16/actualidad/1584360628_538486.html