´´Las histéricas somos lo máximo! Ay! Segismundo, cuánta vanidad! infantiloide y malsano el orgasmo clitoriano? Ay! Segismundo de tan macho ya no encaja”[1], nos dice la canción de Liliana Felipe, una famosa compositora, cantante y pianista cordobesa nacionalizada en México, referente artística del movimiento feminista. Esta lectura de la posición del psicoanálisis, y más específicamente de su llamado “padre”, es un cuestionamiento que hoy resuena mucho y en diferentes lugares.
Responder afirmando o cuestionando esta interpretación, requiere de quienes nos posicionamos desde el psicoanálisis una responsabilidad de revisar nuestras lecturas y encontrar modos de conversar con un nuevo discurso que está creciendo y afirmándose como tal. Desde allí es que, en el marco del cursado de la tercera cohorte de la Maestría en Teoría de Psicoanalítica Lacaniana de la U.N.C, el docente y psicoanalista Dr. Jorge Assef propuso para el pasado 9 de Marzo, una clase-taller bajo la pregunta: ¿Qué referencias en la obra de Freud nos permiten pensarlo o no como heteronormativo y patriarcal? Para ello, además de los estudiantes de las tres cohortes, se invitó a participar a la Lic. en Historia Lucía Busquier, quien estudia los Movimientos Feministas y las Teorías de Género y también a los miembros de los diferentes espacios de extensión e investigación que alojan al psicoanálisis en la universidad: Revista Lapso (Maestría) y Programa de Extensión Psicoanálisis, Narrativas y Discurso Audiovisual Contemporáneo (Ciclo de Cine y Psicoanálisis, Psicoanálisis y Literatura, y Series-Psicoanálisis).
En primera instancia, la Lic. Busquier desarrolló algunos conceptos claves de los Estudios de Género y los Movimientos Feministas. Sobre el término “Patriarcado”, explicó que se refiere a una estructura social que establece relaciones de poder (económicas, sociales, culturales, materiales, sexuales, etc.), ubicando a ciertas masculinidades en una posición de privilegio, ejerciendo presión y sometimiento a todo cuerpo que no responda con esa masculinidad hegemónica. Para ello se sirve de diversas instituciones como son la familia, la prohibición del incesto, la escuela, el estado, la medicina, la religión, el capitalismo, el colonialismo, el racismo, etc. Sin embargo, en los últimos tiempos, por algunos debates respecto a la articulación con esas instituciones, se ha propuesto como concepto superador el de “heteronormatividad o sistema sexo-género” (del cuál nos recomienda la lectura “Tráfico de Mujeres”, Rubin G., 1986). Con esta nominación se hace referencia al conjunto de disposiciones por las cuáles una sociedad transforma el sexo biológico en género, estableciendo a la heterosexualidad como régimen político que privilegia a la masculinidad hegemónica y facilita el intercambio como don de las mujeres y otras disidencias sexuales.
Con estos conceptos en la cabeza, nos pusimos calurosamente a la tarea de encontrar en la obra freudiana argumentos al respecto. Algunos posicionados en defensores y otros en críticos, nos resultó difícil categorizar a Freud, ya que constantemente estaba cuestionándose él mismo. Así, en las mismas referencias, pudimos leer frases que teorizan sobre el reconocimiento de las mujeres en relación a la inferioridad de su órgano sexual respecto del varón y sobre la salida normal de la sexualidad infantil, asociada a la identificación al padre y a la maternidad (Sobre la sexualidad femenina, Freud, 1931 [2014b]); que los hombres experimentan el rechazo ante el encuentro con los órganos femeninos por implicar la amenaza de la castración (Fetichismo, Freud, Freud, 1927 [2014a]); que la homosexualidad está implicada en las perversiones (Tres Ensayos de teoría sexual, Freud, 1905 [1993]), etc. Pero, al mismo tiempo, encontramos otras reflexiones que postulaban una concepción amplia de la sexualidad, no limitada a la reproducción y a la vida adulta (pivote de los debates actuales sobre la ESI); que establecen que el objeto es lo más variable de la pulsión (Pulsiones y Destinos de Pulsión, Freud, 1915 [1992]), que no existe signo psíquico sobre lo femenino y masculino (El interés por el Psicoanálisis, Freud, 1913 [1991]), que la líbido es estructuralmente bisexual (Sobre la sexualidad femenina, Freud, 1931 [2014b]).
Miquel Bassols dirá al respecto que “Freud, fruto de su tiempo, era un misógino contrariado (…) A la vez, se dejó enseñar por las mujeres. Le dio la palabra a la mujer reprimida por la época victoriana y planteó la pregunta: ¿qué quiere una mujer?, más allá de las convenciones del momento” (Bassols, 11 de abril de 2016). Cabe aclarar, como también se desarrolló en el curso, que el contexto de producción de la obra freudiana, estaba marcado no sólo por una Viena victoriana, muy apegada a una moral estricta que desconocía toda relación a la satisfacción y la sexualidad en mujeres y niños; sino también por la particular situación familiar y social que él viva: provenía de una familia de escasos recursos que había tenido que trasladarse para progresar; trabajar y producir en la exclusión académica por sus ideas y prácticas médicas escandalosas; y luego el exilio real por ser judío en pleno nazismo y guerras mundiales.
Sin embargo, en el cierre de su vida, explicitará sus elucubraciones que nos permiten concluir el debate entendiendo que el aporte freudiano iba más allá del patriarcado de su época:
- “Aquello que constituye la masculinidad o la femineidad es un carácter desconocido que la anatomía no puede aprehender (…) Estamos habituados a usar «masculino» y «femenino» también como cualidades anímicas, y de igual modo hemos trasferido el punto de vista de la bisexualidad a la vida anímica. Pero pronto verán ustedes que lo hacemos por mera docilidad a la anatomía y a la convención. (…) También en el campo de la vida sexual humana notarán enseguida cuan insuficiente es hacer corresponder conducta masculina con actividad, y femenina con pasividad. (…) debemos cuidarnos de pasar por alto la influencia de las normas sociales, que de igual modo esfuerzan a la mujer hacia situaciones pasivas”. (Freud, 2014b, p.106).
- “Bien se comprende que el psicoanálisis provocara escándalo y contradicción cuando, retomando en parte estos tres menospreciados hechos, contradijo todas las opiniones populares sobre la sexualidad. Sus principales resultados son: La vida sexual no comienza sólo con la pubertad, sino que se inicia enseguida después del nacimiento con nítidas exteriorizaciones. b. Es necesario distinguir de manera tajante entre los conceptos de «sexual» y de «genital». El primero es el más extenso, e incluye muchas actividades que nada tienen que ver con los genitales. c. La vida sexual incluye la función de la ganancia de placer a partir de zonas del cuerpo, función que es puesta con posterioridad {nachtraglich) al servicio de la reproducción. Es frecuente que ambas funciones no lleguen a superponerse por completo” (Freud, 2014c, p.150).
Nos preguntamos entonces ¿por qué parece haber tanta antipatía o desencuentro entre el psicoanálisis y el feminismo? No podemos aún precisar con firmeza una respuesta, pero si surgieron algunas conclusiones que vale atender a la hora de decidir entrar en la conversación y sostener un lugar para el psicoanálisis en lo social. Primero, la necesidad de contextualizar la producción freudiana y también aclarar las lecturas posibles que se pueden abrir de estas referencias, recordando que el psicoanálisis, como toda instalación de discursividad, no está ni puede estar separado de su transmisión. En segundo, que hay algo que escuchar en los planteos de los movimientos feministas y las teorías de género, en tanto los significantes que nos orientan han adquirido nuevos efectos de significación y es interesante preguntarnos y ponernos a la tarea de hallar o inventar nuevas formas de hablar de aquello que hacemos. En tercero, que tanto el psicoanálisis como el feminismo no son discursos y movimientos homogéneos, y que habrá que lograr distinguir que psicoanálisis y qué feminismos son los que se presentan irreconciliables, y cuáles por el contrario, han estado, están y estarán en una sintonía, no toda, pero posible.
Como explica Angelina Harari (Presidenta actual de AMP), el Psicoanálisis se encuentra actualmente en la apuesta por el “analista ciudadano”, que no puede quedarse solo en la contemplación desde su consultorio, y el significante “año cero” propuesto por J.A. Miller, que plantea el compromiso con la política, no desde la identificación a un partido, sino desde la condición de soledad subjetiva (Video “#SICiec2019-INSTANTÁNEAS: Angelina Harari”, 25 de Noviembre de 2018). Por ello, celebro la iniciativa de este taller en el marco de la MaTPsiL (U.N.C), que nos permiten mantener con deseo decidido y en transferencia de trabajo, la orientación de Lacan de estar a la altura de nuestra época, que hoy incluye a los movimientos de mujeres, los feminismos y las teorías de género.
[1] Liliana Felipe, 2005, “Las histéricas” del Álbum “Trucho”.