pSIne Nº 4, es la puesta en acto de lo que en su editorial, Gisela Smania promete: muestra que el cine es “el revelador sensible de lo que es el malestar en la cultura” (Smania, 2018). Frase de Lacan, que la editorial extrae del reportaje a Xavier Esqué, y que inaugura la publicación.
¿A qué se debe, que aquí y allá la relación del psicoanálisis y el cine se extienda? ¿Qué hay en el cine, hijo de la misma época que el psicoanálisis, por el que es posible una rendija por donde vislumbrar los modos de la subjetividad contemporánea?
Si es que aun sostenemos lo que Lacan plantea en el escrito Homenaje a Marguerite Duras, por el arrobamiento de Lol V. Stein que el artista es quien tiene la delantera, “(…) revela saber sin mí lo que yo enseño” (Lacan, 1965 [2012], p. 211), y si es que el cine soporta las coordenadas del producto estético, habrá que intentar una lectura que posibilite captar cuál es el que pueda merecer tal crédito. Tal es la urgencia, que como bien señala Fabián Naparstek en el reportaje que también se le realiza en PSIne Nº 4, habrá que decidir que no todo film es una película. Pues, hay uno que ha ingresado definitivamente en la lógica infernal del mercado atravesado por la tecnología. “Todo se filma, todos somos filmados, todos filmamos” a su vez, “cada uno con su pantalla, viendo, siendo visto, haciéndose ver”. Sin embargo, la descripción no es definitiva. Si es verificable que hay un cine producto del capitalismo adosado al movimiento sin freno de la pulsión, también es cierta la sobrevivencia del cine pese a las múltiples profecías de su fin.
Así como Esqué puntualiza que el cine puede bordear un real, Naparstek se detiene en pensar de qué manera el cine, al contar un relato, un fotograma (en tanto imagen y texto coagulados) pueden tener para alguien un valor fantasmático.
Si tal cine se produce, entonces, en la operación que reúne cine y psicoanálisis se produce una torsión. Trenza que falla, según la feliz expresión de la editorial. Ya no se tratará de la aplicación del psicoanálisis al cine en particular sino más bien una dulce sumisión a los fines de permitir dejarse enseñar por él. Si es que hay un cine que puede bordear un agujero, o un pequeño elemento que pueda valer como un fantasma, él viene allí como el último intento mítico de rodear lo que se escabulle. Valga, entonces, para el psicoanalista curioso y atento, una lectura que capte donde el efecto se produzca. PSIne Nº 4, enseña. Si hay de aquel cine que se produce como un “revelador sensible” ¿dónde encontrar lo que se revela? Un esfuerzo más, en el “divino detalle”.
Los excelentes artículos que discurren a lo largo de PSIne Nº 4 enseñan de la buena ubicación del psicoanalista en la ciudad. Dicen, sin decir, que el psicoanálisis no es un metalenguaje, que la interpretación no es el desocultamiento de una significación por la amplificación del sentido, que la lectura dócil del relato que puede abonar el acto, se orienta por lo singular que se encarna en el pequeño acontecimiento sin figura ni fondo. Dicen, sin decir, que la ironía psicoanalítica es la pequeña rendija, también, que podría hacer tambalear las identificaciones de las que se está amarrado como un modo socialmente aceptado de tratar el real de la no relación sexual. A propósito del cine, de los que los artículos son la muestra de dejarse enseñar por él, se vislumbra que el psicoanálisis, en tanto síntoma de lo contemporáneo, cercano a la serenidad heideggeriana, como de la ironía socrática y moderna, y que se aleja de la orientación por los ideales, puede acoger el acontecimiento del decir en el que se revela una singularidad rebelde, sutil, discreta y silenciosamente subversiva.
PSIne Nº 4 nos propone una conversación de cinco psicoanalistas, reunida en un dossier acerca de la película de Lucia Puenzo llamada Wakolda (2013). De las diferentes lecturas que allí se presentan, se nos ocurre una conversación en que los acuerdos o desacuerdos quedan en suspenso. Queda en suspenso, también, la pretensión de explicación que tienda a una verdadera “en última instancia”. Una conversación que no es discusión. Cinco psicoanalistas mujeres frente a una misma película que sin estar de acuerdo, no están en desacuerdo. Las lecturas del dossier, que sin fundamentos no implica sin principios, toman cada una por su parte, un elemento que redefine el film, el mismo film. En el extremo tenemos cinco films, un film. Gabriela Grinbaum pone en relieve el estrago en la relación madre-hija, que vía un imperativo de perfección deja por fuera la mediación del Otro, e insinúa en sus confines la locura de perfección nazi. Lêda Guimarães no deja caer el detalle de los nombres de los personajes: Lilith, Eva, Menguele; y no deja de atreverse a indicar el fundamento fascinante, totalitario, autoritario de los Ideales. Claudia Lijtinstens llama la atención de la elocuente serie infinita de muñecas perfectas que obturan el rasgo de singularidad de cada quién. Josefina Elías se detiene en la fascinación que produce el canalla como modo de presentificación de los dioses oscuros. Y Beatriz Gregoret ubica con precisión que el rechazo de la diferencia por la imposición del Ideal lleva a lo peor, y a la suspensión del “no”. Se podrá decir que lo que antecede es lectura de lectura, que intenta mostrar que la variedad no es multiplicidad de sentidos.
¡Los invito a entrar a PSIne Nº 4!