Usted dice algo de esto en su texto “La técnica, la religión y sus víctimas”. ¿Lo podríamos poner en relación con lo que señala respecto del arte, la religión y la ciencia, si pensamos en la cuestión del objeto elevado en su dignidad por el arte, pero forcluído por la ciencia y corrido por la religión?

Eric Laurent en su libro El reverso de la biopolítica plantea que las nominaciones sociales de lo que victimiza al cuerpo ponen de relieve, un más allá del individuo y no deben ser reducidas a una significación personal de goce. Es decir, no toda victima participa de su desgracia. Entonces, ¿cómo pensar esta cuestión en casos como los de violencia hacia las mujeres?

Sobre esta serie que usted traza: la infancia, la locura y lo femenino, como lugares donde la segregación y la violencia operan de manera más drástica, usted también ha reflexionado sobre el efecto de identificación respecto de lo mediático y lo epidémico. ¿Podríamos ubicar en esa serie además a los amplios sectores de pobreza en donde los sujetos quedan reducidos a puro cuerpo, a condiciones infrahumanas, como en algunos países del tercer mundo?

En nuestro país, Argentina, como en muchos otros, se ven linchamientos y actos de justicia por mano propia contra personas que delinquen. Los medios de comunicación ponen en agenda estos fenómenos, bajo el lema “hacer justicia”. Entonces, si seguimos estos postulados lacanianos respecto del sacrificio a los dioses y sus efectos segregativos, ¿cómo podemos pensar estos actos desde el psicoanálisis?