Una civilización sin Dios

EMILIO VASCHETTO y JORGE FARAONI

Resumen

El presente artículo es el resultado de una investigación realizada en el marco de los seminarios diurnos dictados en la Escuela de la Orientación Lacaniana en la ciudad de Buenos Aires. Hemos aislado, a partir de diferentes presentaciones clínicas, teóricas y lecturas del malestar en la cultura, diferentes estatutos del concepto de Otro, del sujeto y de las figuras del placer (goce) implicadas.

Contexto

El loco se encaró con ellos, y clavándoles la mirada, exclamó:
“¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Le hemos matado;
vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos. Pero
¿cómo hemos podido hacerlo? …”

Nietzsche, Así habló Zaratustra

C El siguiente desarrollo se origina en el marco de una investigación que venimos realizando desde hace varios años en los seminarios dictados en la Escuela de la Orientación Lacaniana en la ciudad de Buenos Aires.[1]Hemos venido verificando, mediante los testimonios clínicos y los desarrollos que abordan la heteronomía del campo cultural, las formas en las que el Otro se presenta. Muy probablemente es ahí donde mejor resuena la idea de Marx en nuestro tiempo, quien premonitoriamente enuncia de qué manera el cortejo de creencias veneradas durante siglos viene a estrellarse contra las nuevas y éstas, a su vez, desvanecerse antes de poder cristalizarse. “Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas” (Marx y Engels, 1975, pp. 368-369). Sin embargo, no alcanza con decir que Dios ha muerto o declamar como Fukuyama “el fin de la historia”. Muy probablemente sea menester —glosando nuestro epígrafe— entender cómo es que hemos matado a Dios o, incluso, cómo podemos sobrevivir a él. En tal sentido,iremos espigando algunos términos y elementos que anidan en la cultura para dar cuenta del modo estratificado en que se presenta el Otro. El sujeto que aparece como efecto y las formas de placer (la satisfacción y el goce) inherentes a él estarán contempladas aquí.

Estratificación del Otro

El contorno clásico del pathos está sostenido, en algunas circunstancias, por una materia informe y en otros, por la confluencia de novedosas y variopintas presentaciones. Ambos aspectos atraen predecibles caricaturas de una psicopatología decimonónica. Si somos más hijos de nuestro tiempo que de nuestros padres, como decía Marc Bloch, la regla de hoy es la coexistencia de lo viejo y lo nuevo.

Vayamos en principio al gran Otro ya conocido, familiar si se quiere, aquel que viene a consolidar la figura del líder. Se trata de aquel referente que se localiza en el texto freudiano de la Psicología de las masas y análisis del yo (Freud, 1921 [1997])y que sirve para amalgamar la masa mediante una doble identificación: tanto al líder (identificación vertical, jerárquica) como al semejante (identificación horizontal)(Freud, 1921 [1997], pp. 99-104). Un Otro, heredero de los efectos míticos de la muerte del padre, tal como Freud lo identifica en el conocido texto Tótem y tabú (Freud,1913 [1997]). Dicho líder necesita ser amado, ser reconocido en un lugar destacado y excepcional por la masa, y cuyo amor garantiza el vínculo libidinal entre los integrantes de ella, sin que por ello estén exentos de los efectos de la pulsión de muerte que anida en el corazón de la humanidad (Freud, 1930 [1990]).  La libido tiende a aglutinar las partes que están en juego (líder y masa) yel movimiento vicariante de los ideales realizan el ejercicio segregativo respecto de aquello que resulta ser diferente. Para decirlo con otras palabras, se trata de un modelo que posee una tendencia intrínseca a homogeneizar todo lo que se ajuste a los ideales y otorga un sesgo patológico, margina o condena, lo diverso. Las coordenadas que traza la vigencia de esta creencia en el Otro, con su poder y efectividad simbólicos, otorga legitimidad y consistencia a la figura del padre, bien conocido por el lugar asumido en el Edipo. Este lugar, bien sabemos, destina la función paterna como lugar y agente de la castración; forma social de la prohibición y doblez de la ley del deseo inconsciente en la metonimia de los objetos. Este padre, si logra situar su diferencia entre su posición y el ideal universal, promueve el nombre que estabiliza las metáforas y que a su vez nutren la existencia de un sujeto. Vemos aquí que la vigencia del llamado Nombre del Padre, organiza las observaciones clínicas y normativiza, en función de su presencia o ausencia. Otorga el carácter acabado a las estructuras en las que un sujeto se defiende del Mal, del goce y así el matiz del vínculo con el que accede a la cultura: neurosis, psicosis o perversión. Es mediante esta organización lógica que el sujeto responde a lo real.

Promediando la década de los noventa, Jacques-Alain Miller y Éric Laurent nombraron y reorientaron la lectura del malestar concerniente a ese tiempo con un seminario cuyo título traduce con agudeza el impasse con el que nos hallábamos en el psicoanálisis: El Otro que no existe y sus comités de ética (Miller, 2006). Se describe allí, ante todo, la pérdida de eficacia del poder simbólico. Esto significa que, donde antes residía un orden que se ponía en cruz con la consistencia imaginaria, ahora más bien se observa una circulación en paralelo de ambos registros. Aquello que en el tiempo anterior fundaba y daba consistencia u homogeneidad, ahora aparece perforado por la caída de los ideales. Se produce un paso más hacia cierto estado de increencia y a la consecuente proliferación de lo heterogéneo, verificable en la conceptualización lacaniana de la pluralización de los Nombres del Padre (Lacan, 1963 [2005]). Esto necesariamente implica una pérdida del privilegio dado al conflicto, a la dimensión trágica del deseo y un avance en pos del derecho a gozar, a la licuefacción de la satisfacción.

Es evidente que esta nueva modalidad que cobra lo social atrajo nuevos modos de agrupamiento: las llamadas “comunidades de goce”. Así, la yuxtaposición de estas comunidades reemplazó aquella homogeneidad propuesta y por ende los efectos de segregación. En este nuevo tiempo, orientado ahora por el goce, la yuxtaposición da lugar a un nuevo tipo de segregación bajo la máscara de la indiferencia hacia el que tiene un goce distinto del propio. De tal manera, la pluralización de los Nombres del Padre desdibuja aquella separación tajante que en tiempos pretéritos implicaba la clínica de las estructuras, dando paso a una forma nominalista de los síntomas. Queda marginado entonces, como dijimos, el conflicto como dimensión subjetiva por excelencia. A punto tal esto ha sido así que el problema esbozado en la demanda de algunos pacientes era bajo las mismas formas anónimas de la patología (“soy anoréxica”, “soy adicto”, “soy fóbico”) o bien de la sustancia de consumo (“soy cocainómano”, “paquero”, “alcohólico”). Esto les otorgaba un ser, lo que Jacques-Alain Miller llamó el delirio de identidad.

Las transformaciones históricas, junto a la intensificación de los nuevos movimientos sociales, como es de esperar, volvieron a poner en cuestión estas formulaciones. Los distintos agrupamientos feministas, bajo la forma ya no de la masa sino de la multitud (Rodríguez, 2019, pp. 125-153), dieron cuenta de que no sólo está en juego un reclamo de derechos sino también una fuerte crítica al modo en que está siendo conducido el mundo occidental. Se desvanece, en alguna medida, la idea de una inexistencia del Otro y se impone, a nuestro modo de ver, una nueva conceptualización. Cierta anticipación puede leerse en el curso de Jacques-Alain Miller del año 2002-2003 titulado Un esfuerzo de poesía, en el capítulo que lleva por título “Un Otro que existe”(Miller, 2016,pp. 191-205)[2]. No se trata aquí —según nuestra lectura— del Otro originario, el “dios logos” como diría Freud, ni tan siquiera el del Otro tachado o inexistente, sino de uno que existe. ¿A qué se refiere con esto Miller? Se trata de la presencia de modelos en disputa, en este caso entre el Vaticano (modelo clásico del Otro) y, el entonces presidente de los Estados Unidos George Bush (hijo), quien maneja al mundo a su antojo. Las conversaciones y los consensos llevados a cabo, por ejemplo, en la ONU, en tanto los Estados Unidos poseen el poder de veto, ya no cuentan. Todo aquello que podría cumplir la función de un comité de ética internacional, queda impotente ante las decisiones de una nación que detenta el poder de las armas y quien destina el mayor presupuesto del cual se tenga noción, a la seguridad armamentista. ¿Cuál es la lógica de este Bush? “Si no te pones de mi lado, entonces márchate, no te necesito”. Miller sitúa atinadamente las cosas cuando advierte que éste verdaderamente es un Otro que existe. Se trata de la política del “bravucón”, un estilo de conducción que parece ir imponiéndose sobre todo en líderes más actuales tales como Trump, Bolsonaro, Boris Johnson, etc. Personajes que asumen decisiones sin reclamar amor, ni tan siquiera aceptación por la masa. Vale decir, un modo de liderazgo político que rechaza los vínculos libidinales para refrendar sus decisiones.

Se abre aquí una serie de interrogantes debido a que nos encontramos ante una nueva versión del Otro que ya nonecesita producir un efecto de homogeneidad en lo social y que, como dijimos, la ausencia de libido impide la constitución de la masa. Desde luego hay aglutinación, pero esas formas de aquí en más las llamaremos, siguiendo la interpretación citada de Gabriela Rodríguez, “multitud” (Rodríguez, 2019).

Un otro sujeto

Si asistimos a una diferente ascesis del Otro, debemos suponer también un nuevo sujeto. Ciertamente, se trata de sujetos que poseen la particularidad de rechazar amar y de ser amados. Lo que para algunos ha sido calificado como la clínica del “antiamor” (Recalcati, 2010). Sujetos que, ante la falta de amor por esta nueva otredad, se fabrican un nuevo fanatismo religioso en el que un dios (o la naturaleza misma) se transforme en el primunmovens de sus acciones. Al respecto la tecnociencia asume el lugar de dominación del cuerpo en donde la ilusión de ser un cuerpo y no sólo tenerlo, conduce a las vías de una rectificación continua. La pasión impuesta por las nuevas tecnologías es el intento por inscribir un significante que recubra o rechace una marca primera provista por el Otro indiferente. Un doble desamparo emerge de manera inédita haciendo surgir individuos responsables de todo lo que pueda acontecerles y, de esta manera, liberar al Otro de cualquier incidencia en su vida. Una sugerente ausencia de alteridad.

¿Habrá que observar en estas multitudes (marea feminista) que se manifiestan explícitamente contra este Otro, la emergencia de un nuevo orden social? La trama que insiste es un orden que no lleva los trazos del padre sino el ascenso del deseo de la madre como orden de hierro. Dicho así, en los términos que Jacques Lacan lo enuncia en el año ’74, no pareciera tener demasiadas consecuencias. De hecho, muchos autores de nuestro campo han interpretado la idea del orden de hierro como un aspecto de las llamadas psicosis ordinarias o psicosis actuales. Es probable, pero conviene ir más allá. Lacan convoca a pensar que los lazos sociales, dispuestos en discursos y emplazados bajo el funcionamiento de la metáfora paterna, ya no se sostienen. Hay una revocatoria de los llamados discursos establecidos y, por ende, del padre. El esfuerzo por cambiar la lengua, bajo la denominación “lenguaje inclusivo”, es una demostración palmaria de eso. Ningún fascismo ni religión se había animado a tanto.

El bravucón, el payaso y el autista

El último aspecto que desarrollaremos merece algunas ampliaciones e intelecciones conforme al tiempo en que vivimos.

A la figura del “bravucón” que enunciamos más arriba, se añade otra más que prevalece en el coro de voces de la comunidad tanto nacional como internacional. Se trata de la figura del clown o del payaso. Entiéndase que aquí no hemos hecho más que tomar las apreciaciones colectivas que se tienen de muchos de los líderes mundiales, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo, sin contar que las conductas públicas de estos líderes son verdaderamente payasescas. Algunos presidentes, incluso, han llegado a formar parte de la escena cómica en un nivel profesional. Hay una aceptación a nivel colectivo de que éstos han perdido crédito y aún respeto en tanto figuras de la política. No obstante, se los sostiene ahí, asumen democráticamente con el voto de las mayorías (¡aunque en el fondo esas mayorías no crean en ellos!). No resulta ocioso recordar la observación de Jacques Lacan en el seminario de La ética del psicoanálisis (Lacan, 1957-1958 [1990])que un canalla bien puede valer un tonto si el resultado de la constitución de una tropa de canallas no culminase en una tontería colectiva (Lacan, 1957-1958 [1990], p. 221).

Otra figura que sostiene este Otro que existe y a quien la masa no está ligada libidinalmente es la del autista. Tal es el caso de Greta Thunberg, una adolescente sueca diagnosticada con síndrome de Asperger quien milita por el cambio climático desde el 2018, llegando incluso a dar una conferencia en la Asamblea para las Naciones Unidas acerca de este asunto. Ciertamente no dice cosas que cualquier ciudadano del mundo mínimamente informado no pueda conocer, pero su forma de liderar la protesta mundial la ha transformado en eso que Žižek llama un “apóstol de la verdad” (Zizek, 2019). En modo parecido se ha referido Camille Paglia recientemente en una entrevista[3]. No se trata entonces de carisma ni de oratoria ni tampoco de un líder sensible a la masa. Es más bien el agente de una verdad hablando a través de ella, sin estar afectada por el discurso que la habita. Eso es lo que hace todavía que nuestro mundo sea profundamente religioso, el suponer que la verdad sea susceptible de hablar, de revelarse. Cuestión que no solo puede verse en el armado publicitario de estas figuras sino también en la experiencia colectiva de que “hay que” creer en alguien. Ahora bien, esta religión susceptible de liberar una verdad no proviene de Dios ni de un mundo suprasensible sino del semblante. Volvemos aquí al epígrafe de nuestro trabajo en donde la conocida “muerte de Dios”, augurada por Nietzsche, en nada apunta contra la creencia de los hombres sino específicamente contra el Dios cristiano. Al mismo tiempo, ese Dios es empleado por el filósofo alemán para designar el mundo sobrenatural, lugar de donde proviene la verdad suprasensible(Heidegger, 1979).Asistimos entonces, a una nueva religión sin dios, ocaso de la “excepción humana”[4].

Más acá del placer

Si la primera forma del Otro introducía el placer vía la interdicción, haciendo de la perversión la regla del deseo en su raíz metonímica; en El Otro que no existe y sus comités de ética (Miller, 2006)la tendencia a la evacuación, el derecho a gozar será la modalidad dominante. Esta última, expuesta de manera más o menos incipiente, más o menos enigmática, se aproxima al goce femenino. De allí que ha sido propuesta por Jacques-Alain Miller la idea de una “feminización del mundo”. Dicho sea de paso, aclaremos que la feminización del mundo no alcanza para explicar el auge de los feminismos actuales sino más bien todo lo contrario.

La última figura de un Otro que existe, que bien podríamos matematizar de esta manera: (A), propone la extraordinaria paradoja de un Otro indiferente pero que a su vez impone formas imperativas de gozar al modo de destinos. Luego daremos cuenta de ello.

En tanto los objetos se hallan accesibles y los fantasmas prefabricados por el mercado, los mass media y las redes, el goce se vuelve obligatorio. El placer se halla en una inquietante proximidad y por consiguiente resuenan las palabras de Jean Claude Milner, al decir que “cuanto más cerca del cuerpo se encuentre una causa de placer, mayor es la intemperancia (akolasia)”(Milner, 1999, pp.19-20). ¿Cómo entender esto?

El modo de prohibición, bien establecido en la génesis freudiana que va del inconsciente al Edipo, ordena los modos de satisfacción y su continencia, delimitando los bordes en los cuales el placer se encuentra encorsetado. Su franqueamiento será sancionado pues hay algo de lo que los griegos llamaban la enkrateia, esto es, el buen uso de los placeres (Foucault, (1984 [2003], p. 61).En la lógica del no-todo, en el A tachado, el sujeto está librado más bien a la akrasia, la falta de dominación de sí, la incontinencia. De allí que los modos comunitarios que enmarcan el goce, lo hacen—paradójicamente— comunidad, funcionan al modo de la continencia. El estado de situación actual, mediante un Otro que existe pero es indiferente de la masa (o mejor la multitud), es la presencia de lo que los griegos llamaban la akolasia, que significa en pocas palabras la elección deliberada de los malos principios. La akolasia, bien lo desarrolla Foucault, es lo opuesto a la sophrosine, la templanza. Los sujetos ya no son definidos a partir del significante sino del goce. “Sujetos del goce”, según la expresión que Lacan utiliza solamente en dos oportunidades.

Los feminismos, que más arriba enunciábamos más del lado de la multitud que de la masa, dicen más del rechazo de lo femenino (Ablenhung des Weiblichkeit)(Freud, 1937 [1997], p. 252) que de la feminidad. Si hay alguna respuesta en donde podemos verificar al sujeto hoy es cómo cada uno puede inscribir su letra en esa sucesión cada vez más amplia LGBTTTINBQ+

¿Cómo vivir en una civilización sin dios?

El neoliberalismo ha logrado inscribir un nuevo liberalismo (de mercado) pero sin libertad. Como dice Peter Sloterdijk, (Sloterdijk, 2017) la liberalidad es un asunto demasiado importante como para dejarla en manos de los liberales. El hombre libre, del que hablaba Lacan, cuyo emblema jacobino fue la paranoia del lazo social (la invención de un Otro consistente), hoy debe ser pensado a la luz de una locura en singular. En esta modalidad se impone la reflexión acerca de un lazo social, pero sin el auxilio de un “discurso establecido” (Lacan, 1973 [2012], p. 498).

La forma de la multitud apremia no solo por su aglutinación sino por la multiplicidad de singularidades. “Colección de perlas” (Lacan, 1976, inédito) lo llama Lacan, cuando se trata de dar cuenta de cada una de esas existencias. Ya no se trata del lazo libidinal al líder ni de la identificación horizontal sostenida por formas de goce, sino del Uno solo con su cuerpo: “LOM que tiene un cuerpo y no tiene más Keuno” (Lacan, 2012, p. 591), dice Jacques Lacan. Precisamente, es el “tenerlo” y no el “serlo” lo que lo caracteriza. De allí que Lacan va a ser más que claro al decir que el parlêtre va a sustituir al “ICS” de Freud. No se requiere de la creencia pues el lugar vacante del líder lo ocupa un Otro indiferente, ése que ponemos entre paréntesis (A), desactivado de la “comunidad de las almas” si se nos permite el término kantiano. Pese a todo, subsiste la paradójica “necesidad de creer”, “creer en algo” o “en alguien”, para tomar las frases de uso corriente.  Basta con mirar hacia el entorno de nuestra América para corroborar con estupor el ascenso de gobiernos autoritarios sostenidos en la religión evangélica o en expresiones mesiánicas. Lacan lo enunciaba con elocuencia en los años 60 como la captura monstruosa de los sujetos ante la “ofrenda de un objeto de sacrificio a los dioses oscuros” (Lacan, 1964-1965 [1999], p. 282). Las democracias lábiles que las sostienen dan cuenta de sociedades sumamente estratificadas, o en el mejor de los casos, sincréticas. Tomando la argumentación de Carmen González Táboas, podemos decir que se trata de democracias limitadas y heterogéneas en sociedades ilimitadas y heterogéneas (González Táboas, 2018, p. 75).Y cuando los recursos a la democracia no están establecidos, lo que cuenta es la religión. Así lo advierte Lacan, la religión fue pensada, para no caer en la cuenta de eso que no anda (Lacan, 1974 [2005], pp. 69-100).

En suma, son el cuerpo y la creencia algunos elementos primordiales del sujeto de hoy, aquellos con los que puede responder a lo imposible de soportar de su humanidad, a lo real de su ex-sistencia. Esa respuesta, desde luego llegará a ser fallida en algún momento, va a sufrir un traspié, une bevue[5]. Es allí que el llamado deseo del analista, como deseo de obtener la diferencia absoluta, sólo podrá funcionar como un operador en esa falla. No se trata entonces de la reconstrucción nostálgica de una autoridad perdida ni de la indiferencia cínica del “no hay Otro”. Es preciso saber alcanzar una plasticidad tal que pueda alojar el acento de singularidad de cada quién. Si hubiese un culto que pudiera propagarse en el psicoanálisis quizás sería el de la pasión por la diferencia, en un universo imperativamente sesgado por lo uniforme.

Notas

[1] Faraoni, J. y Vaschetto, E. Nuevas formas de lo siniestro. Sobre si existe una clínica de lo no-familiar, Seminario de la Escuela de la Orientación Lacaniana, año 2017; El mal start en Occidente, Seminario de la Escuela de la Orientación Lacaniana, año 2018; Machismo, Escuela de la Orientación Lacaniana, año 2019.

[2] Miller, J-A. (2016). Un esfuerzo de poesía. Buenos Aires: Paidós. ver también: cap. XIII, pp. 207-218.

[3] «Greta Thunberg se ha erigido en una especie de líder de una secta. No siento ninguna admiración por ella. Es una chica a la que han turbado, le han inyectado una ideología unos adultos y se ha puesto en marcha con una sensación de certeza.” https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-camille-paglia-resentimiento-contra-hombres-ensena-feminismo-moderno-puro-veneno-

[4] La tesis de la excepción humana fue desarrollada exhaustivamente por Schaeffer, la cual, entre otras cosas, supone un lazo íntimo entre la unicidad de Dios y la del hombre, separando la especie humana de toda otra forma viviente. Cf. Schaeffer, J. M. (2009). El fin de la excepción humana. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

[5] Algo que va más lejos que el inconsciente, la una equivocación. Cf. Lacan, J. L’insu que sait…, op. cit.

Referencias

  • Freud, S. (1921 [1997]). “Psicología de las masas y análisis del yo”en Obras Completas de Sigmund Freud, Vol. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu.

  • Freud, S. (1930 [1990]). “El malestar en la cultura”en Obras Completas de Sigmund Freud, Vol. XXI. Buenos Aires: Amorrortu.

  • Freud, S. (1937 [1997]). “Análisis terminable e interminable” en Obras Completas de Sigmund Freud, Vol. XXIII.Buenos Aires: Amorrortu.

  • Freud, S. (1913 [1997]).“Tótem y tabú”en Obras Completas de Sigmund Freud, Vol. XIII. Buenos Aires: Amorrortu.

  • Foucault, M. (1984 [2003]). Historia de la sexualidad 2, El uso de los placeres. Buenos Aires: Siglo XXI.

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  • Heidegger, M. (1979). Sendas perdidas, Buenos Aires: Losada.

  • Lacan, J. (1957-1958 [1990]). La ética del psicoanálisis” en El Seminario. Libro 7. Buenos Aires: Paidós.

  • Lacan, J. (1964-1965 [1999]). “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” en El Seminario. Libro 11. Buenos Aires: Paidós.

  • Lacan, J. (1963 [2005]). De los nombres del padre. Buenos Aires: Paidós.

  • Lacan, J. (1974 [2005]). El triunfo de la religión. Buenos Aires: Paidós.

  • Lacan, J. (1973 [2012]). “El atolondradicho” enOtros escritos. Buenos Aires: Paidós.

  • Lacan, J. (2012). “Joyce el síntoma” en Otros escritos. Buenos Aires: Paidós.

  • Lacan, J. (16 de Noviembre de 1976). L’insuque sait de l’une-bévues’aile à mourre. Francia. Inédito.

  • Marx, K. yEngels, F. (1975). “Discurso pronunciado en la fiesta aniversario del ‘People’sWar’”en Obras escogidas, Vol 1. Madrid: Akal.

  • Miller, J-A. (2006). El Otro que no existe y sus comités de ética. Buenos Aires: Paidós.

  • Miller, J-A. (2016). Un esfuerzo de poesía. Buenos Aires: Paidós.

  • Milner, J-C. (1999). Lo triple del placer. Buenos Aires: Del cifrado.

  • Recalcati, M. (2010). L’uomosenzainconscio. Milán: Raffaello Cortina.

  • Rodríguez, G. (2019). Lacan entre las feministas. La objeción de la mujer. Buenos Aires: Tres Haches.

  • Schaeffer, J. M. (2009). El fin de la excepción humana. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

  • Sloterdijk, P. (2017). Estrés y libertad. Buenos Aires: Godot.

  • Žižek, S. (2019). La opinión del filósofo SlavojZizek sobre el liderazgo de Greta Thunbergd. Disponible en: https://pijamasurf.com/2019/10/zizek_sobre_greta_thunberg_es_una_apostol_que_unicamente_repite_un_mensaje/