…una peste en Las pestes
PABLO REQUENA
Una peste…
Quizás con otra peste pueda combatirse…
Aunque la nueva peste podría ser peor que la anterior.
¿Cómo asegurarlo?
No habría manera.
Pero hay una peste….
Que no contagia en forma masiva,
Que no engendra malignidades colectivas,
Que no se entromete según los recovecos sociales,
Que no se transmite anónimamente,
Que no permite atribuir causalidades externas, ni mucho menos casualidades,
Que no entiende de prevenciones,
Que no se mete por grietas visibles, ni poros comunes.
Es una peste que no alarma, pero que despabila,
Que sacude los semblantes enaltecidos, desdeñando ecos de vanidad,
Que no calma, pero conmueve, hasta la raíz más intima, si es qué hay tal cosa,
Que no apacigua, pero cabalmente causa,
Que cuando infecta no da demasiada tregua, y ya no permite desentenderse,
Que con las mismas letras puede dibujar un mundo distinto, no tan inexplicablemente,
Que hace discurrir las voces entre entonaciones y desentonaciones sorprendentes, introduciendo una cadencia, a veces más armónica, con los afectos del cuerpo,
Que no aprisiona los vínculos, pero puede a-justar los lazos, un poco misteriosamente,
Que rasga… por donde la imaginación no anticipa y por donde la significación se desvanece,
Que inocula una tolerancia por el silencio, cuando este es tierra y semilla, espera… pero también incertidumbre, a veces acto,
Que autoriza una prudencia en los avatares y tumultos, para aguardar una mejor orientación, amortiguando impactos innecesarios,
Que acostumbra a un encuentro habitual con lo que fracasa, con lo que yerra, empujando a arreglos no eficaces, aunque con atisbos de satisfacción,
Que sostiene un sin límites con apariencia de ser conquistable, aunque afirmando con tenacidad su imposible, ahora, sin tanta enemistad ni desgracia,
Que seduce con sutiles pero incalculables invitaciones, con entradas de infinita plasticidad, dejando entrever siempre un lugar posible, sin dejar de exigir la apuesta aceptada,
Que se introduce con inconmensurables diferencias, lo que dificulta distinguir su ley, aunque no así su legible ética,
Alter-ando el pensamiento, el cuerpo y el alma,
Haciendo persistir lo que rara vez era reconocido, matizando lo in-tolerado,
Produciendo hallazgos no tan inéditos, cerniendo un incurable, irreductible, paradójicamente vivificante.
Reubicando malestares en una hazaña de difícil apropiación, pero imposible de ajenizar.
Es una peste que sin duda no aliviara Las otras (ni la epidémica ni la capitalista) pero quizás inquiete un deseo singular que haga la vida, de uno a uno, aún en estas circunstancias, digna de respetarse, del modo más estricto, de la manera más sentida, de una forma inevitablemente causada.